Nadie pensaba que Mia Schwarz volvería a las pistas después de la muerte de su madre.
Sin embargo, ha vuelto a calzarse los patines con una única misión: arrebatarle el oro a Hee-so Choi, su mayor rival desde que ambas empezaron a competir. Mia ha...
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Siento la vibración del bajo de Seven Nation Army de The White Stripes sacudiéndome las entrañas.
La velocidad me envuelve, y siento que el hielo se quema bajo mis patines mientras la adrenalina toma el control de cada uno de mis movimientos. Ya no soy Hee-so Choi, la chica que traicionó a una nación entera. Soy una con el aire que me golpea el rostro, soy una con el hielo que se convierte en polvo bajo mis pies.
Siento la tensión en cada uno de mis músculos cuando me impulso hacia el aire. Intento concentrarme en la rotación, en las tres vueltas completas que debo dar para realizar un Triple Axel. Me recuerdo a mí misma que no estoy en la capital, que esto no es Seúl. Que, ahora mismo, se trata solo de mí. No hay un público para complacer ni un entrenador al que satisfacer.
Cuando me elevo, todo se vuelve borroso. Siento que la sensación de velocidad y vértigo se mezclan con la emoción de desafiar a la gravedad y el tiempo parece detenerse durante un instante mientras giro en el aire.
Una vuelta.
Dos.
Tres.
Puedo ver el hielo debajo de mí, acercándose rápidamente. Siento la presión en los músculos de mis piernas mientras me preparo para el aterrizaje y me emborracho de la sensación de euforia que me inunda los pulmones.
Soy imparable.
En momentos como este, no hay nada que El Gran Huracán no pueda hacer. Lutz, Salchow, Toe Loop. Las medallas de oro siguen acumulándose sobre el escritorio de mi habitación. Justo antes de aterrizar, echo un rápido vistazo a las gradas vacías e imagino una multitud aclamando mi nombre de nuevo.
A mi izquierda, personas gritando y agitando la bandera de mi país.
A mi derecha, Seung-ho observándome desde el área técnica con la mirada rebosante de orgullo.
Seung-ho.
Pierdo el equilibrio en el último momento. Intento volver al mundo real y enderezarme, pero es demasiado tarde.
Pum.
Al aterrizar, mi pierna de apoyo cede y caigo con un golpe sordo sobre el hielo.
Mierda.
Un pinchazo de dolor recorre todo mi cuerpo y, durante unos segundos, pierdo los sentidos. No veo, no escucho nada más que un aplauso lento y premeditado haciendo eco a través de las paredes del rink. Alzo el rostro, intentando descubrir quién se esconde entre las gradas.
—No está mal para una principiante.
—Que te den, Ji-hun.
El Príncipe de Hielo salta entre las gradas con agilidad, acercándose hacia la pista con una sonrisa burlona en el rostro.