Nadie pensaba que Mia Schwarz volvería a las pistas después de la muerte de su madre.
Sin embargo, ha vuelto a calzarse los patines con una única misión: arrebatarle el oro a Hee-so Choi, su mayor rival desde que ambas empezaron a competir. Mia ha...
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JUNIO
Primera semana
El día ha llegado.
Puedo escuchar como Ariadna Bosch, la española que se ha convertido en mi compañera de habitación, sigue roncando desde la litera de arriba.
Son las cinco de la mañana, pero a nadie más que a mí parece importarle. Camino por los pasillos vacíos de la Eisstern Akademie con esa clase de urgencia que solo una Schwarz podría tener. Las instalaciones parecen incluso más intimidantes ahora, cuando la luz violácea del amanecer se cuela a través de los enormes ventanales de la escuela. Sé lo suficiente sobre Miss Berger, la directora de este centro, como para saber que, probablemente, habrá colgado los resultados de la primera prueba mientras todas estábamos durmiendo.
Cuando abro la pesada puerta de metal de la pista de hielo, me encuentro con una cabellera de color rojo en medio de las gradas, como si fuera una hoguera encendida en la oscuridad.
A medida que me voy acercando, la veo con más claridad. Es Anya Ivanova, la patinadora Ucrania, y tiene las manos entrelazadas como si estuviera rezando.
Quizás no sea la única que se toma todo esto en serio, después de todo.
Anya es toda una leyenda. La llaman el Cisne Rojo por su gracilidad sobre la pista y estuvo muy cerca de arrebatarle el oro a Yu-ri Kim durante el último Campeonato Mundial. También me lo arrebató a mí hace unos años, cuando competimos en Austria. Por lo que sé, la chica del cabello de fuego no ha bajado del podio jamás.
Además, sus vestidos de competición siempre son los más extravagantes.
El Cisne Rojo no me saluda al verme, pero no me sorprende. No tiene fama de ser muy amable y no puedo culparla en una industria como esta, donde la línea que separa a tus amigos y enemigos es tan fina que es prácticamente imposible no tropezar con ella.
A su lado, mis ojos escanean el papel con la clasificación de esta semana. El corazón me late con fuerza contra el cuello y los oídos, pero me esfuerzo por no mostrar ningún indicio de debilidad a su lado.