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JUNIO

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JUNIO

Primera semana

Todo este rollo de la academia no está tan mal. Al principio pensaba que sería humillante tener que enfrentarme a todas estas personas que pertenecen al mundillo del patinaje —y que saben solo a medias lo que pasó durante el último Campeonato Mundial—, pero mi fachada de chica-a-la-que-no-le-importa-absolutamente-nada parece funcionar.

Estoy segura que cada una de las chicas con las que voy a convivir recuerda lo que pasó, pero ninguna lo menciona. Ni siquiera Anya Ivanova, que obtuvo el segundo puesto justo por debajo de Yu-ri y se ha convertido en mi nueva compañera de habitación.

—Te lo juro, me da la sensación de que no habla inglés. —Aún no sé cómo me siento teniendo a Yu-ri aquí, pero es todo un alivio tener a alguien con quien poder hablar coreano y que nadie más nos entienda—. Anoche intenté sacarle tema de conversación, ¿sabes? Y nada. Compartir habitación con ella es lo equivalente a compartir habitación con una piedra.

Yu-ri sonríe, batiendo sus largas pestañas mientras inspecciona las diferentes opciones de desayuno. Son las cinco y media de la mañana, pero la Princesa de Corea ni siquiera tiene la cara hinchada por el cansancio.

—Intenté hablar con ella durante el último Campeonato Mundial y fue exactamente igual —responde, e intento ignorar el pinchazo que siento en la boca del estómago cuando menciona el momento exacto en el que perdí el oro—. Pensaba que quizás me odiaba porque, ya sabes. Somos rivales.

Suspiro.

Rivales es una palabra demasiado cruda, demasiado real. Incluso cuando Yu-ri es amable conmigo, soy incapaz de olvidar el hecho de que ella ganó y yo perdí. De que, si las cosas hubieran sido diferentes, yo habría obtenido el oro. De que, si Seung-ho no hubiera hecho lo que hizo, la audiencia seguiría prefiriéndome a mí por encima de ella.

Está claro que esto no es un campamento de verano. Es una academia de patinadoras de élite y solo una de nosotras obtendrá el oro en el Grand Prix de finales de año. Ji-hun me dijo que me olvidara de hacer amigas aquí, pero no lo había visto tan claro hasta ahora. Es cierto que algunas de las chicas son amables como Yu-ri, pero también hay otras como Anya, por ejemplo, que preferiría dormir sobre la pista de hielo antes que dirigirme la palabra. O como Mia Schwarz, la queridísima Princesa de Plata alemana, que ni siquiera se molesta en apartarse al pasar por nuestro lado. Cuando nuestros hombros chocan y se sacude la comida que tengo sobre la bandeja, me aseguro de mirarle a los ojos cuando le digo:

—La próxima vez, deberías buscar una excusa mejor para tocarme.

Cuando pone esa mirada gélida sobre mí, puedo verlo con claridad: Mia Schwarz me detesta, y algo dentro de mí quiere darle motivos para que lo haga aún más. Es una mean girl en toda regla, una especie de Regina George alemana. Y, aunque Yu-ri no pueda verlo aún, no seré la persona que pisotee solo para sentirse un poco mejor con ella misma.

Sueños de cristalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora