ÁNGEL CAZADOR DE DEMONIOS (LS AP)

CAPÍTULO 4

Louis se quedó sin aliento cuando impactó sobre la fría hierba, sintió el peso del cuerpo de Harry caer sobre él. Su ancho y torneado muslo izquierdo había aterrizado entre sus piernas y él tenía la cabeza enterrada contra su hombro. El ángel le había puesto las manos sobre la cabeza y lo apretaba contra sí.

Todo estaba muy oscuro.

Louis se dio cuenta de que Harry lo estaba tapando con sus alas.

Y de que no estaban solos.

Se había producido una estruendosa explosión cuando el ángel lo había protegido y luego un brillante resplandor. El olor a azufre quemado lo envolvía: era amargo y asfixiante. Una criatura recién llegada del Infierno había ido a visitarlos.

Y a Louis no le gustaba decepcionar a sus visitas.

Harry se apartó y él se levantó, alargó la mano por encima de su cabeza en busca de su espada, y luego recordó que el ángel lo había convencido para que la dejara en el hotel y así no levantar sospechas mientras pasearan por las calles de Londres.

Él jamás había tenido ningún problema llevando aquella espada. Normalmente la llevaba pegada a la espalda con cinta y oculta debajo de la chaqueta, donde nadie podía verla.

¿Por qué había sido tan débil y había dejado que lo convencieran? Debería haberle dicho que se fuera al Infierno y haber cogido su arma de todos modos. Louis fulminó a Harry con la mirada cuando se puso delante de él a modo de escudo tal como había hecho la noche anterior, como si necesitara su protección.

Su mirada se deslizó hacia su cintura y se posó sobre la espada que colgaba del lado izquierdo de la cadera del ángel. Bueno, quizá pudiera compensarlo por haberlo obligado a enfrentarse a aquella situación sin estar armado como era debido.

Tomó rápidamente la espada y pasó corriendo por su lado ignorando sus gritos de protesta. Entornó los ojos mirando al demonio que tenía delante. Era enorme y negro como el pecado, tenía cuernos y arrojaba humo y llamas en la oscuridad. Alguien había soltado aquella bestia para hacerles creer que era el responsable de la muerte del demonio de la noche anterior.

Lo estaban subestimando.

Louis conocía muy bien a los demonios, y aquél no era más que una cabeza de turco; sabía perfectamente que no tenía la habilidad suficiente para hacer desaparecer a otro demonio con tanta facilidad. Si conseguía matarlo, se convertiría en una gran mancha en el centro de un enorme cráter. La sutileza no estaba en el repertorio de aquella criatura.

El demonio, que pareció querer demostrar la verdad de aquel argumento, abrió la boca y escupió una enorme bola de fuego. La dirigió hacia Louis y él se lanzó hacia la izquierda. El mundo tembló cuando el llameante misil impactó contra el suelo. Él sintió el poder de la onda expansiva. Cayó al suelo, rodó hasta ponerse en pie y siguió corriendo en dirección al demonio. Echó una rápida ojeada por aquel parque tan mal iluminado y se dio cuenta de que Harry había desaparecido.

Louis no creía que el demonio le hubiera alcanzado con tanta facilidad, pero aquel pensamiento lo distrajo lo suficiente como para que no advirtiera la aparición de una segunda bola de fuego. Lo rozó; estaba tan caliente y pasó tan cerca de él que si no hubiera llevado aquella gruesa chaqueta de piel en aquel momento tendría el brazo calcinado. Se estremeció y aceleró el ritmo mientras rodeaba al demonio. Se movía muy despacio y no dejaba de lanzarle misiles que él siempre conseguía esquivar.

Louis cambió de dirección y se dirigió directamente hacia el demonio levantando la espada que le había tomado prestada al ángel. Pesaba más que la suya, pero podría manejarla sin problemas. Dio un grito de guerra y atacó al demonio; apenas llegó a sus rodillas. La criatura rugió y le enseñó unos enormes dientes negros con los que le podría aplastar la cabeza fácilmente. En realidad, probablemente se lo podría comer de un solo bocado.