Del capullo hasta el coño.

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Estoy hasta el coño del amor.
Que no, que no quiero hacer la cucharita,
ni ver desnuda a la misma persona todos los días.
Soy alérgica a la monotonía.
Que no busco flores en San Valentín,
ni abrazos los domingos,
ni besos por las mañanas.
Que ni busco ni quiero cuentos de hadas,
sólo los polvos mágicos -los polvazos,
tener en cada puerto un amante distinto
y perder la cuenta de todos a los que me he tirado.
Que no existen primaveras eternas, pero
si fueses primavera te comía todas las flores, morena,
y no me gusta el arroz, pero
con tu conejo me hacía una paella -vulgar, grosera, pero
si saben decirlo, bien que te pones, perra,
además, ¿no es ese el espíritu del romance?,
el que es sincero y dice "ojalá te hubiese follado antes".
El que te da e s p a c i o pero te la mete entera.
El que te quita el aire al orgasmo.
El que arranca, moja y roba
bragas. El que no las lleva.
El que es la magia, el truco
y la buenorra que acompaña al mago.
El que pone tu placer por delante del suyo.
El que te comprende cuando hablas de tríos.
El que avisa antes de correrse.
Ese, que te da lo tuyo y lo de tu prima.
Ese, que es principio de los «si te he follado no me acuerdo»,
«un polvo lo tiene cualquiera»,
«si lo llego a saber me la tiro igual», o
«la corrida mereció la pena».
¿No es esa la historia de amor verdadera?

Limerencia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora