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𝗣𝗼𝘃 𝗟𝗶𝘀𝗮.
𝘋Í𝘈 𝘛𝘙𝘌𝘐𝘕𝘛𝘈

A la mañana siguiente, cogí el ascensor hasta la última planta de Kim Industries esperando que Jennie propusiera que nos acostemos en su oficina para compensar el tiempo perdido.

Coloqué mi tarjeta de acceso sobre su teclado de seguridad, abrí la puerta y la vi sentada ante su mesa de despacho. Tenía un bolígrafo en la mano y estaba leyendo un montón de documentos.

—Hola, Jennie.—le dije, sonriendo—. Ya estoy aquí.

—Ya lo veo, señorita Manoban.

—¿ “Señorita Manoban”?

—Se llama así, ¿no? .—Levantó la mirada y me observó, inexpresiva—. ¿Le importaría firmar la ejecución del contrato para confirmar que hemos cumplido con el plazo de treinta días y para que podamos comenzar con el proceso del pago por sus servicios?.

Le cogí el bolígrafo de la mano, confundida, y firmé.

—Supongo que entonces he de decir que ya he cumplido con mi parte del trato.—Sonreí—. Gracias por acceder a esta escandalosa compensación financiera y por contratarme cuando tenía prácticamente ninguna o nula
experiencia.

—De nada, señorita Manoban.—respondió con tono frío—. Puede dejar el anillo sobre mi mesa. No puede quedárselo.

—¿Por qué estás siento tan…? .—Negué con la cabeza y me saqué el anillo del dedo para después dejárselo sobre el escritorio—. Me aseguraré de que todas mis cosas estén recogidas antes de que acabe el día.

—Puedo hacer que lo hagan por usted, si cree que va a tardar más de una hora.

—No lo haré.—Me dolía y molestaba que, de repente, estuviera tratándome así—. Todavía puedo decirle las novedades del día, si lo desea.

—No lo deseo.

No me molesté en decir nada más, me limité a salir de allí. No estaba segura de qué demonios esperaba de ella al final de todo aquello. Me había colado por ella como una idiota, pensando que hablaba en serio cuando dijo que se había enamorado de mí hacía tiempo.

Dijo que lo nuestro era de verdad

Fui a mi despacho, cogí una caja grande y coloqué dentro todo lo que quería llevarme.

Abrí los cajones y me di cuenta de que Jennie me había robado otra vez los sobres de azúcar moreno. Entonces vi dos cajitas de regalo que me había dado en nuestros “aniversarios” y las cogí. Todavía estaban envueltas y sin tocar, así que supuse que debía averiguar lo que me había regalado de una puñetera vez.

Abrí la roja, que era la primera y que pertenecía a nuestro primer aniversario.

Era una carta escrita a mano y doblada.

Querida Lisa:

En primer lugar, feliz aniversario.

En segundo lugar, llevo sentada delante de esta carta durante un tiempo, y, si he llegado a conocerte de la manera en que creo que te conozco, probablemente no la abrirás hasta que hayan pasado unos meses. ( para entonces, de verdad espero que tus sentimientos hacía mí cambien).

De todas formas, quería darte las gracias por ser la mejor asistente ejecutiva que he tenido nunca. Sé lo exigente que puedo llegar a ser, soy consciente de que en ocasiones soy controladora y me disculpo por el estrés adicional al que te has visto sometida.

Dicho esto,  si de verdad quiero ser sincera, preferiría que no fueses mi asistente, que te tomaras un tiempo libre para estar conmigo de una manera distinta.

 Novia por treinta díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora