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El ambiente era húmedo en extremo, no solo por el hecho de que afuera estuviese lloviendo, si no por lo que recién había terminado de hacer en esa cama. El lugar desordenado, las sábanas pegajosas y sucias justo como él; finalmente ese lugar había terminado de consumirlo y el lo había permitido y recibido con los brazos abiertos.

No le gustaba ese lugar para nada, desde un inicio hasta ahora mantenía ese pensamiento; sin embargo ignoraba donde se encontraba por las sensaciones qué últimamente sentía y opacaban esa sensación de incomodidad. Esa playa le daba miedo algunas veces, otras quería salir huyendo de ahí; pero no podía por dos razones, uno: no sabía cómo, y dos: ya no se sentía capaz.

No se arrepentía, después de todo lo que sufrió ahí los primeros días; no se arrepentía de estar en ese mismo instante sentado en esa sucia e incómoda cama junto a la persona que debería odiar por haber arruinado su vida, pero que le hacía sentir querido.

Después de tanto tiempo conviviendo con él y después de un alejamiento temporal para un reencuentro forzado e inesperado, llegó a la conclusión de que estar lejos ya no tendría sentido; véase como que se dio cuenta de que le tenía cariño o una dependencia, para este punto ya no importaba. Ahora, en el medio del mar, alejado del resto del mundo; no podía importar menos.

Después de un par de semanas atrapado en ese lugar basura, había cedido a sus necesidades carnales con Murdoc, y no se arrepentía. Al fin y al cabo después de un rato en ese sitio desarrollaron una extraña relación. Una qué pasaba de tierna a rara, de normal a enfermiza y de amorosa a amistosa. Probablemente no estaba bien, pero él se sentía bien; la mayoría del tiempo.

Solo había algo que le inquietaba, y recién se había dado cuenta: el propio Murdoc y su naturaleza evasiva. No es que este lo evadiera literalmente, al contrario; siempre fue y será el primero en insinuarse. El asunto era que cuando todo se volvía romántico huía. Literal o verbalmente evadia ese momento, quebrando sus ilusiones de un romance y renegandolo a la cruda realidad qué el mismo quería hacerse ver, pero solo Murdoc era capaz de iluminar.

Si era honesto consigo mismo, no amaba a Murdoc, tenía muchos defectos y él tampoco era tan masoquista; pero sí que le tenía cariño. Por eso le dolió el rechazo a sus sentimientos y que este pensara qué todo lo que pasaron debía concluir en una resolución carnal. Le dolía, y mucho.

No podía ignorar las dos razones por las que se encontraban ahí, aún si a veces todo se sentía de color de rosa, vivían en una seguridad falsa; plástica como la propia playa. Y no le parecía justo tener que vivir renegado de la sociedad, con su mayor miedo tan cerca de él; con sus amigos y familia lejos, con una vida por hacer y con todo por delante solo por Murdoc. No lo amaba, y sin importar cuando cariño le tuviese; también existía el rencor.

Viéndolo dormir podía asegurar que Murdoc podía cambiar si se lo propusiera; pero no lo hacía, entonces el no tenía porqué seguir a su lado; sin importar qué.

¿Cuánto tiempo se sostendrá todo aquello? No lo sabía, sus límites estaban siendo levemente pulsados por el egoísmo de su compañero, así que probablemente no mucho más tiempo. Lo quería, quería al Murdoc levemente cariñoso y bromista, porque el hombre es alguien muy carismático, pero también es un cínico de inicio a fin.

Si pudiera se quedaría solo con la parte que quiere, y no a la que desea jamás haber conocido; pero como no puede hacer eso simplemente se cruza de brazos y deja que la desesperación lo consuma hasta un punto crítico. No podrá más, y lo sabe.

Lo quiere, lo quiere y mucho; más de lo que debería, pero a la vez quiere ser feliz lejos del egoísmo, malas decisiones; del libido alto y del plástico qué encontró en esa playa.

Plastic [2Doc]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora