5 || El Adiós

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Narrador Omnisciente

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Narrador Omnisciente

La luz del atardecer se filtraba a través de las cortinas de encaje blanco, arrojando un resplandor dorado sobre la habitación. Cinco y Lya yacían en la cama, las arrugas en sus rostros hablaban de los años que habían compartido. Las manos arrugadas de Cinco estaban entrelazadas con las de Lya, como si temieran soltarse y perderse en la vastedad del tiempo.

—Recuerdas cuando fuimos a ese concierto de Bruce Springsteen en 1984 —dijo Cinco con una sonrisa nostálgica, mientras acariciaba el cabello de Lya, que ahora estaba mezclado con hebras plateadas.

Lya asintió con cariño. —Claro que sí. Fue una de las noches más especiales de mi vida.

Cinco cerró los ojos por un momento, como si estuviera sumergido en sus recuerdos. Luego los abrió y miró a Lya con ternura. —Siempre supe que serías la única persona con la que quisiera compartir mi vida, mi música y mis momentos más felices.

Lya apretó la mano de Cinco y una lágrima rodó por su mejilla. —Y tú siempre serás el hombre que robó mi corazón, el que me hizo sentir que la vida era una canción perfecta.

Los dos se quedaron en silencio, perdidos en sus pensamientos, mientras el sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte. Cinco sintió una punzada en el pecho y tosió débilmente.

—Lya, hay algo que quiero decirte antes de que sea demasiado tarde.

Lya miró a su esposo con preocupación, notando la debilidad en su voz. —¿Qué pasa, corazón?

Cinco respiró profundamente, tratando de encontrar las palabras adecuadas. —Te amo más de lo que las palabras pueden expresar. Eres mi canción eterna, mi último beso, mi razón de ser. Has sido mi refugio y mi alegría a lo largo de todos estos años, y quiero que sepas que, incluso cuando no esté aquí, mi amor por ti nunca se desvanecerá.

Las lágrimas comenzaron a fluir por los ojos de Lya mientras escuchaba las palabras de su esposo. — Corazón, no hables así. Estaremos bien. Siempre lo hemos estado.

Cinco le dio una sonrisa débil y apretó su mano con fuerza. —Sé que serás fuerte, mi amor, pero quiero que nunca olvides lo mucho que te amo. Eres mi último beso, Lya, y siempre serás la canción que canta mi corazón.

Lya se inclinó hacia adelante y besó a Cinco con ternura, como si quisiera sellar sus palabras en un abrazo eterno. El sol se desvanecía lentamente en el horizonte, y el cuarto se llenó de una suave penumbra.

Horas después, Lya sostenía la mano fría de Cinco mientras el último aliento abandonaba su cuerpo. Lágrimas silenciosas rodaban por sus mejillas mientras cantaba en voz baja una canción que había compartido con él a lo largo de los años.

"How to be something you miss
I never thought we'd have a last kiss
Never imagined we'd end like this
Your name, forever the name on my lips
Just like our last kiss
Forever the name on my lips"

«Espero que sea agradable donde estás
Y espero que brille el sol y sea un hermoso día.
Y algo te recuerda que desearías haberte quedado
Puedes planificar un cambio en el clima y la hora.
Pero nunca planeé que cambiaras de opinión.»

Y así, Cinco se despidió de este mundo, dejando atrás un legado de amor y música que nunca se desvanecería. Lya sabía que, a pesar de la tristeza que la envolvía, siempre llevaría consigo el último beso de su esposo en su corazón. Su canción de amor eterno, una melodía que nunca dejaría de sonar en su alma.

Días después de la partida de Cinco, la casa que solía rebosar de risas y música ahora se sumía en un silencio abrumador. Lya caminaba por las habitaciones, mirando los recuerdos que habían construido juntos a lo largo de los años. Sus ojos se posaron en una fotografía en blanco y negro en la que estaban abrazados en la playa, con el mar como fondo. Las lágrimas llenaron sus ojos mientras acariciaba la imagen de su esposo.

Cada rincón de la casa llevaba el eco de su amor compartido, desde los discos de vinilo que solían escuchar juntos hasta los viejos álbumes de fotografías que documentaban su vida juntos. Lya seguía sintiendo la presencia de Cinco en cada esquina, como si su espíritu la acompañara.

Las noches eran las más difíciles. Lya se acurrucaba sola en la cama, sintiendo un vacío inmenso a su lado. Cada canción que solían escuchar juntos la transportaba a los momentos felices que habían compartido, pero también le recordaba la ausencia de su esposo. La música, que solía ser una fuente de alegría, se convirtió en una tortura silenciosa.

Las visitas de amigos y familiares ofrecían consuelo temporal, pero una vez que estaban solos, la soledad y la tristeza volvían a inundar la casa. Lya solía pasear por el jardín donde habían plantado flores juntos, y cada pétalo que caía al suelo parecía susurrar el nombre de Cinco.

A medida que pasaban los meses, Lya intentó llenar el vacío de su vida con actividades y pasatiempos, pero nada podía llenar el espacio que Cinco había dejado. Las tardes solitarias se convertían en noches melancólicas en las que miraba fotos, cartas de amor y objetos personales que habían compartido, tratando de encontrar consuelo en los recuerdos.

La tristeza la invadía a menudo, y en esos momentos, buscaba refugio en la canción que Cinco le había dedicado antes de partir. "Eres mi canción, mi razón de ser", resonaba en su mente como un eco constante de su amor perdido. Aunque sabía que la vida debía continuar, se sentía como si un pedazo de su corazón se hubiera ido con Cinco.

A pesar de la devastadora tristeza que la envolvía, Lya siguió adelante, llevando consigo el legado de amor y música que compartió con Cinco. Sabía que nunca dejaría de extrañar su presencia, su risa y su voz, pero también sabía que su amor sería eterno y que él seguiría siendo su última canción, su último beso, siempre presente en su corazón.

 Sabía que nunca dejaría de extrañar su presencia, su risa y su voz, pero también sabía que su amor sería eterno y que él seguiría siendo su última canción, su último beso, siempre presente en su corazón

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Amour || Cinco HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora