1 | Boston [1/6]

1.8K 102 9
                                    


El autobús tambaleaba con cada bache del camino, mientras mi cuerpo, entumecido y adolorido, se resistía a la idea de que este viaje interminable nos llevase a Boston

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El autobús tambaleaba con cada bache del camino, mientras mi cuerpo, entumecido y adolorido, se resistía a la idea de que este viaje interminable nos llevase a Boston. Otra vez me habían cambiado de escuela militar por meterme donde no me llamaban. Lo único que hacía más llevadero este cambio era saber que una vieja amiga también había sido transferida aquí hace poco más de un año.

Obligado por las estrictas reglas militares, compartía asiento con una chica. Me habría gustado estar solo, dejando que el sueño me venciera. Observé de reojo su perfil: pelo castaño claro, ojos verdes que parecían querer perforar la ventana. Su mirada fija en el exterior me contagió la curiosidad. Allí, dos guardias revisaban a un hombre mientras, tras ellos, un mensaje pintado en la pared clamaba: "Los Luciérnagas nos salvarán". Esos Luciérnagas siempre estaban presentes, como una sombra.

El sonido insistente de una máquina llenó el aire, y vi a los guardias tensarse. La luz roja en el dispositivo no dejaba dudas: el hombre estaba infectado. Sin piedad, los disparos resonaron, apagando su vida y dejando manchas oscuras en el muro. Aunque no era la primera vez que presenciaba algo así, mi estómago se revolvió al ver cómo su cabeza era destruida. La chica a mi lado también apartó la vista, clavándola en el asiento frente a ella con una expresión endurecida.

El autobús se detuvo. Habíamos llegado a Boston. Bajamos en fila india, con los militares supervisando cada paso. Las ruinas sucias y desmoronadas de la ciudad me hicieron preguntarme, como siempre, cómo habría sido el mundo antes del brote. Nunca lo conocí; nací en 2019, seis años después de que los infectados aparecieran.

Cuando la chica que estaba junto a mí fue apartada por un militar que la buscaba, no pude evitar sentir curiosidad. Pero pronto me obligaron a seguir avanzando, dejando el misterio atrás.

Nos reunieron en una explanada y un superior comenzó a gritarnos instrucciones. Su voz era un rugido constante, pero para mí no era más que ruido de fondo. Me movía como un autómata, imitando los movimientos de los demás. Odiaba este tipo de obediencia ciega, pero sabía que era mejor mantener un perfil bajo al menos por unos días. El recuerdo de lo que pasó en mi última escuela militar me provocó un escalofrío. No quería acabar fuera del muro, enfrentándome a una muerte segura.

Finalmente nos asignaron tareas. Como bienvenida, debíamos limpiar autos abandonados. Nos separaron en grupos de cinco: tres chicos y dos chicas, todos con la misma expresión apagada. Mientras trabajábamos bajo la mirada perezosa de un soldado que dormitaba, pateé una botella de vidrio para liberar algo de frustración. Nadie pareció notarlo o importarle. Eran como infectados, pero sin la parte de querer matarte.

Ya era hora de almorzar, nos enseñaron el comedor y nos dejaron hacer lo que queríamos, obviamente siguiendo esas estúpidas reglas de comportamiento. Mi plan era solo servirme lo que se me permitiera y sentarme solo, como un auténtico antisocial, amargado de la vida, pero fue interrumpido al verla, mi vieja amiga...

Un largo camino | TLOUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora