Cap. 20. Cuida lo que tienes.

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Capítulo 20 {Cuida lo que tienes}

POV JOHN

No quería dejarla. Jamás he querido hacerlo, por nada del mundo se me habría ocurrido abandonarla, dejarla como antes. Yo sé que sin mí ella no podrá seguir. ¿O soy yo el que no puede sin ella?

Habían tantas, muchas cosas que no entendía, que no podía explicarle tampoco. Pero por no obedecer las reglas... Ahora las cosas están mucho mas complicadas de lo que solían ser lo.

Estaba chillando que alguien le dijera alguna cosa. Pero ni Gabriel ni yo teníamos el valor de hablar. Tan hombres que nos vemos, y somos tan cobardes.

Andy había enviado un mensaje de texto que llegaría más tarde. Pero esa tarde se hizo noche, esa noche se hizo día. La mañana después de que desapareció, María estaba alistándose para ir a la comisaría para reportar una adolescente pérdida. Jared como siempre asistió al trabajo.
Así que tuve que ir con María, pero el a cargo del turno insistió que volvería más tarde, que las adolescentes solían hacer eso. Que no había que preocuparse, que podía estar en camino desde una alocada fiesta en el desierto. No. Andy no es de esas. Mí Andy no.

Entonces aceptamos volver en 24 horas si Andrea no volvía. Pero era mucho tiempo. Ella podía estar en cualquier lugar, esperando que aparezca su caballero blanco a rescatarla. Pero no sé dónde. ¿¡En qué lugar podía estar!?

Podía sentirla, siempre lo hacía. Sentía su alegría, su pena, su dolor... Me lograba transmitir sus sentimientos. Y ahora la sentía, no estaba bien. Estaba asustada.
Entonces no podía dejar que volviera sola.

Fui a su habitación, buscando algún rastro de ella. Su ropa, su aroma. No puedo vivir sin ella. Bastante me costaban las horas de estudio sin ella, y ahora tener que soportar todo mí día sin ella. Mí vida es ella.
Me senté en la cama, aún revuelta, Andy había insistido en que el servicio no entrara a su habitación a limpiar, sólo lo hacía ella. Su polera suelta, que le quedaba extremadamente enorme, seguía en los pies de su cama. Estiré mi brazo derecho y atraje la polera a mí. La acerqué a mi pecho e imaginé su calor, tibia, suavecita. El dulce aroma que solía llevar con ella estaba impregnado en lo que era su pijama. Dios, no puedo vivir sin ella.
Me paré con la polera en mano para dejarla en el cesto de ropa sucia. Me acerqué a la ventana y allí me senté, sobre el marco de ésta. La ventana de Andy daba a un ángulo perfecto, sin duda detalle de María, al fondo a la derecha se observaba un bosque de abetos, más allá un claro, luego a la izquierda estaba el jardín de rosas rojas de María, y si asomabas la cabeza, sólo un poco, se veía la pileta del jardín trasero. El sonido del agua corriendo llenaba toda la habitación. Suspiré.
Bajé mí vista y encontré, la peor prueba de que Andy no estaba bien. Sobre el suelo yacía una pluma larga y blanca, suave. No había que pensarlo tanto, Gabriel le venía a observar.
La ira y la rabia comenzaron a quemarme por dentro. La cabeza la sentía caliente y mis puños, sin pedir permiso,  se cerraron, apretándose con fuerza. Tomé la pluma del suelo. Era Gabriel. No me cabía duda. Y si no, ¿quién más vendría a observar a mí preciada Andrea?

Ella era mía. Gabriel quería arrebatármela.
Siempre la excusa de que un ángel no puede enamorarse. ¡Pero ahora ya no era un ángel! Él parecía no entender eso e insistir en que volviera arriba. "Donde pertenecía".

Suspire con fuerza, me di media vuelta para salir. Definitivamente debía buscar a Andrea.

– No tienes que enfadarte así.

Un escalofrío recorrió mi espalda y con furia me volví a dar vuelta para mirarlo a la cara. Unas ganas de molerlo a golpes me llenaban completamente.

– Vamos, John... ¿En serio piensas pelear conmigo?, sabes que no conseguirás nada.

– Gabriel. Sólo dime dónde está.

El caballero blanco [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora