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Capítulo 23 {Primer mes}
El horario del hospital debía ser cumplido siempre. A las dos y treinta minutos de la tarde, luego del almuerzo, debía ir a la ventana de la enfermera, la cual con un objeto leía el código de mi pulsera y me deba dos vasitos, uno con mis suministros de medicina y otro con agua fresca, debía tragarme las pastillas y luego mostrarle mí boca y mover la lengua si ella lo pedía. Aunque pocas veces lo hacía. Y luego debía pasar en la sala común hasta las cinco en punto en donde comenzaba la terapia grupal, la cual podía llegar a durar hasta horas. Lo más agotador era tener que empezar, día por medio, a las nueve de la mañana, antes del desayuno, con mí terapia personal con el psiquiatra. El doctor era un idiota que no tenía idea de nada. La primera cita habló y habló hasta que se me escapó un "¿No se supone que soy yo la que debe hablar sobre sus problemas?", entonces nos quedamos en silencio hasta que a las diez sonó el timbre del desayuno.
Compartía la habitación con una chica de 15 años, que "sufría de paranoia". Tenía un gorro metálico y dormía abrazada a su oso de peluche, era una chica bastante guapa, con el cabello color negro y unos preciosos y perdidos ojos verdes. No le gustaba salir al jardín en las horas recreativas, pues aseguraba que la observarían aún más, solía decir, cada vez que pasaba un helicóptero, que era el gobierno vigilándolos. Pero no tenía problemas solo con el gobierno, sino con el universo entero, juraba que el doctor tenía cámaras y micrófonos en todas las salas, que los alienígenas nos ponían atención. Una vez, solo por molestar, le dije que había ángeles que nos observaban también, me quedó mirando espantada, con los ojos abiertos de par en par. Desde entonces hasta le teme a los rezos y las imágenes de ángeles.
Pero, ya llevaba una semana y media enclaustrada en el hospital y nada había mejorado. Y después del incidente con ella, no la había vuelto a ver, ni escuchar. Mucho menos a John.
Mi corazón se aceleraba cada que veía una pluma blanca tirada en el piso, pero luego todo se derrumbaba cuando me daba cuenta que se trataba solo de una pequeña pluma de algún cojín.
La verdad se me estaba haciendo difícil pensar cómo debía, cada vez que recordaba cómo John me miró antes de agitar sus alas y desaparecer en una luz brillante se me parte el corazón y se me hace difícil hasta respirar. Cada vez que recuerdo cuando Anne dijo "No quiere que vayas con él.", la forma en la que John bajó su rostro y se limitó a sólo llorar. ¿Realmente no quería que fuera con él?Pero, de una forma u otra, estaba casi segura de que la única forma que podía encontrar para seguir a John, no era quedarme aquí y ser buena chica, no era tomarme las pastillas y hablar con cada idiota del pabellón, la única forma era seguir a Anne. Si John ya no creía que podía salir adelante, ¿Entonces cómo iba a hacerlo? Él, siendo mí única esperanza, la única cosa que parecía salir bien en mi vida, y ¿luego esto? No podía alejarme de él, y si hasta el momento lo único que me quedaba para poder volver a verlo era seguir a Anne hasta donde pudiera, pues lo haría. Haría cualquier cosa por volver a estar con él, por volver a acariciar su delicado cabello, por volver a dormir sobre su regazo, por volver a reír, por volver a sentir su mirada. Esa mirada que me hacía saber que le pertenecía, que me adoraba, que me hacía sentir amada, que me daban ganas de echarme encima y no soltarlo nunca más.
Seguramente las cosas no serían fáciles, pero decidí hacerme una promesa a mí misma. Volvería a estar con John, sin importar lo que tenga que hacer.
Era miércoles, y sonaba el timbre para la terapia grupal. Era la primera en estar sentada en su silla, sin embargo era la que menos hablaba, y la psicoterapeuta me regañaba casi todos los días. Luego llegó Hayley, la paranoica con la que compartía cuarto, y de a poco se comenzaron a llenar las sillas. Hasta que llegó le psicóloga y se sentó en su silla, extrañamente hoy llevaba una linda sonrisa.
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El caballero blanco [EN EDICIÓN]
Fiksi Remaja•EN PAUSA HASTA QUE SE TERMINE LA EDICIÓN• Sí, todos me odiaban, todos lo decían, menos él. Jamás pensé que alguien como él llegaría a mi vida, a cambiarla, a amarme... a hacerme feliz. Soy Andrea, según los psicólogos una suicida más, según la soci...