XII

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La habitación estaba envuelta en un aura de misterio y tensión mientras el hombre misterioso y yo nos sentábamos en el lujoso salón. La luz parpadeaba en el reflejo de la pintura de Iris, que colgaba majestuosamente en la pared. Su presencia parecía llenar la sala, y por un momento, casi podía sentir su mirada cálida y protectora.

—Ese cuadro... —vocalice unas palabras, antes de observar la mirada que el tenia hacia el cuadro

El observaba el retrato, sus ojos se encontraban con los de ella en la pintura—. Iris... era la niña más amable que conocí. Tu madre era un ángel.—

—¿Cómo sabes...? —mi voz se quebró ante la repentina palabra, ''¿como ese hombre sabia quien soy?'', él simplemente sonrió enigmáticamente.

—No puedes ocultarme nada con esa magia tan mediocre —se río con un tono burlón—. ¿Qué hiciste todo este tiempo, hija de Iris?—

—Tú... ¿Quién eres? —mis ojos se encontraron con los suyos, llenos de conocimiento y experiencia, mientras trataba de descifrar su identidad.

—Mmm, soy el heredero de las riquezas... tu familia —se sirvió un vaso de alcohol y me ofreció uno, indicándome que tomara—. ¿bebes?—

—Tengo solo 16 años... bueno, casi 17 —mi voz temblaba mientras aceptaba el vaso, necesitaba algo para calmar mis nervios

Él asintió y me miró fijamente, esperando que hablara, como si estuviera intrigado por mi historia.

—Bueno, querida sobrina, cuéntame cómo sobreviviste todo este tiempo —sus palabras eran suaves pero firmes, como si estuviera desentrañando los secretos de mi vida.

—¿Sobrina?... ¿Acaso tú eres el hermano de... Iris? —pregunté, buscando respuestas en sus ojos.

Él asintió con serenidad, confirmando mi sospecha.

—¿por qué la llamas por su nombre? Llámala como se debe, Madre —su tono era calmado pero penetrante, como si estuviera tratando de provocar una reacción en mí.

—No quiero —mi voz salió más fuerte de lo que pretendía, cargada de resentimiento. Agarré el vaso y bebí todo de un trago, tratando de ahogar mis emociones.

El silencio llenó la gran sala mientras el hombre y yo nos enfrentábamos en un juego de poder y secretos, cada palabra pronunciada cargaría un significado y cada mirada intercambiada llena de preguntas sin respuesta. La presencia de mi madre parecía rodearnos, como un testigo silencioso de nuestro encuentro.

—¿Cómo fue que sobreviviste? —repitió la pregunta, y aunque no quería responderle, también sentía la necesidad de hacerlo.

—Primero que nada... —mi mana se gastaría, así que restauré mi verdadera apariencia—. Nana Elvira fue quien me cuidó.—

—Mírate... idéntica a tu madre —dijo eso, pero en su mirada había odio y resentimiento—. Serías más bonita si tuvieras sus ojos—se sirvió otra copa con un leve suspiro regresando al tema—. Esa sirvienta me caía bien. ¿Cómo está ella?—

—Muerta —mi voz salió más fría de lo que pretendía.

—Qué lamentable. ¿Quién lo hizo?, ¿tu padre? —podía ocultar bien sus emociones, pero sus ojos lo decían todo; me miraba con odio, y cada palabra que decía estaba llena de veneno.

—No, murió injustamente —agarré mis ropas con fuerza—. Luego me llevaron donde su majestad, fui aceptada como su primera hija y con el derecho que tengo me nombraron princesa heredera.—

—Que raro, ese ser humano despiadado te aceptó —se burló de mí con una sonrisa cínica, como si encontrara divertido que yo estuviera en esa situación.

𝒉𝒊𝒋𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝒄𝒐𝒏𝒄𝒖𝒃𝒊𝒏𝒂 𝒐𝒍𝒗𝒊𝒅𝒂𝒅a/Princesa Encantadora/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora