Cuando estuvo un poco más consciente lo primero que sintió fue una resequedad espantosa en la boca. Trató de pasar saliva dolorosamente mientras recobraba mucho más el sentido.
Estaba tan entumecido y cansado que mover los dedos y abrir los ojos le parecían tareas increíblemente difíciles, por lo que permaneció muy quieto tratando de descansar.
Sin embargo, eso no le impedía escuchar, sentir y oler.
Sabía que aún estaba en el bosque; el sonido de las aves y los arroyos eran los mismos que había estado escuchando los últimos días, y la brisa fresca que entraba al lugar traía un aroma a tierra húmeda y moho inconfundible.
Sabía que aún estaba en el bosque, sí, lo que no sabía era dónde estaba.
No oía ni olía nada en particular, pero sentía una suavidad bajo su nuca que reconfortaba y llenaba de alivio su adolorido cuello.
Intentó abrir los ojos por segunda vez, consiguiendo despegar un poco sus párpados pegajosos. Ahora que tenía más visibilidad recorrió con la vista el lugar donde se encontraba; parecía una cabaña, no muy moderna pero no lucía abandonada. Reconoció que la suavidad tras su nuca era una almohada fresca y llena de espuma, y que se encontraba recostado en una especie de camilla de primeros auxilios en el suelo.
Trató de mover nuevamente las extremidades para hacer el amago de levantarse, pero estaba tan aperezado que lo único que logró fue voltearse en la camilla y acomodarse para continuar durmiendo. Eso hasta que escuchó una puerta abrirse y pasos acercarse.
—Aún está inconsciente. —La voz era profunda y varonil, con un toque de preocupación en el tono al hablar. —¿Crees que él...?
—No, no lo creo. O eso espero. El doctor se tomó su tiempo examinándolo.
Izuku abrió nuevamente los ojos, muy despacio para tratar de ver las personas que estaban con él dentro de la habitación. Al divisarlos no pudo reconocerlos, pero sí reconocía el uniforme que llevaban.
Eran guardabosques.
Aún más confundido, tosió dolorosamente tratando de llamar su atención, lo que logró con éxito.
Ahora que lo miraban directamente identificó que uno de ellos era un extranjero; todo gracias a sus característicos ojos azules y cabello rubio. El otro, por su parte, era significativamente más bajo y tenía el cabello y los ojos oscuros, junto con una sombra de barba que lo hacía ver más adulto.
Ambos adultos se acercaron a donde estaba recostado, el más bajo sacó una linterna de bolsillo y comenzó a revisar sus pupilas mientras el otro se concentraba en su pecho y en su cuello.
—¿Nos escuchas? —Habló nuevamente el más bajo y moreno, se había tomado su tiempo examinándole los ojos, dejándole la estela de luz en la visión. Pudo identificar que guardaba la pequeña linterna en el bolsillo de su camiseta y después sacaba su teléfono para escribir algo.
Izuku como pudo asintió, ya que el dolor en su cuello se volvía cada vez más insoportable.
—Bien. El efecto de los medicamentos está pasando, tal vez por eso despertaste. ¿Puedes hablar?
Izuku intentó abrir la boca, pero no sentía mucho la mandíbula. Era como si la fuerza de una prensa hidráulica le hubiera querido aplastar la cabeza, sin embargo, intentó colaborar con ellos. Con esfuerzo pudo abrir un poco la boca, y aún con saliva corriéndole por las comisuras de los labios dijo con una voz muy ronca;
—Me duele.
Intentó subir las manos hacia su cara para limpiar la saliva, pero sus movimientos eran tan torpes que sólo logró golpearse la boca con el dorso de la mano. No estaba seguro si esa falta de motricidad era causada por las drogas, pero le aterraba.
—Llamaré a doctor para que te ponga más medicina. —Explicó el pelinegro quien escribía más cosas en su teléfono. —Yagi, cuídalo.
En cuanto el de cabello oscuro se fue, Izuku trató de hablar nuevamente.
—¿Qué pasó? —Preguntó con dolorosa aspereza en su voz.
Después de un rato de silencio el rubio decidió ser franco con el adolescente.
—Yo te traje. —Yagi sabía bien que haberse metido podría traerle serios problemas; no sólo perdería su empleo, sino que también podría tener problemas legales*. Sin embargo, cuando vio a ese niño colgado simplemente no pudo no hacer nada. —Te bajé de ese árbol.
El peliverde no pudo evitar poner una cara de desconcierto. Ese hombre había soltado su cuerda y lo había llevado a un lugar seguro para recibir atención médica.
Los ojos se le encharcaron.
Era un miserable.
***
Si ven algún tipo de error ortográfico me encantaría que me lo informaran, gracias <3.
--Problemas legales*: Aclaro que desconozco la ley en Japón, usé este argumento únicamente para la trama.
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Mar de Árboles [Katsudeku]
FanfictionTodos los carteles de ayuda se ahogaban entre la maleza frondosa del bosque. ¿Terminar con todo sí era la respuesta correcta? Se preguntaba mientras veía los hilillos de diferentes colores atravesarse y enredarse entre los árboles, guiando a persona...