Hakone

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Cientos de personas con cámaras pasaban por los adoquines de las calles viejas a paso lento mientras se dedicaban a retratar con paciencia todos aquellos sitios tan hermosos de los que eran público.

Otros por su parte observaban todo casi con incredulidad, abriendo la boca con demasía y apuntando a su alrededor completamente emocionados, pues no siempre tenían el placer de apreciar tal vista.

Y, algunos más se entretenían mirando revistas turísticas mientras planificaban el siguiente destino con sus respectivas familias, ojeando sin mucha atención todas las actividades de la lista.

¿Qué lugar tenía tan maravilladas a éstas personas? Hakone.

Para ser una ciudad significativamente pequeña era uno de los sitios turísticos más cotizados de todo Japón gracias a la posesión de interesante cultura, cientos de tradiciones originales, ganadería en enorme cantidad, gastronomía elegantemente inigualable, rápida agricultura y un peso histórico muy valioso, junto a gente amigable y servicial. Todo esto la hacía un lugar perfecto para ir a pasar las vacaciones y disfrutar de los mejores festivales anuales.

Pero, no sólo por ello atraía el interés del público, lo cierto es que a la gran mayoría de extranjeros le intrigaba la historia del bosque de los suicidas.

Sí, y es que a pesar de que Hakone era una ciudad de ensueño, se ubicaba a los pies del monte Fuji, donde en su otra mitad poseía un gigantesco bosque frondoso y espeso, casi escabroso por su inmensidad.

Así que Hakone no sólo atraía turistas interesados en historia y cultura, sino también potenciales suicidas, quienes se hospedaban en esa ciudad para, a los siguientes días tomar el tren hacia el bosque, perderse y terminar por suicidarse de las maneras más horrorosas jamás pensadas.

Sin embargo, eso no significaba que los turistas interesados en las actividades que podía brindar una ciudad como Hakone no fueran muchos, porque lo eran. Millones de personas lo eran. Más tampoco opacaba el hecho de que una gran parte de los visitantes anuales fueran exclusivamente por el bosque.

Toda la situación era demasiado pesada para la gente que vivía desde siempre en Hakone, pues estaban acostumbrados a recibir diariamente noticias de personas desaparecidas o cadáveres descompuestos encontrados esperando a ser reclamados. La mayoría de éstas personas siempre eran extranjeros que venían desde muy lejos, por lo que sus cuerpos nunca eran entregados y la sepultura adecuada jamás se llevaba a cabo.

Pero, ésta vez era diferente...

Ahora, un cartel con el rostro de uno de los habitantes de Hakone estaba de primera plana en el periódico, junto a unas letras mayúsculas en negrilla que rezaban; "DESAPARECIDO".

***

El atardecer comenzaba a opacar el cielo de Hakone, haciendo que las tonalidades naranjas cálidas desaparecieran para transformarse en un negro azulado infinito, con puntos de colores brillantes a la distancia.

El timbre de la institución vibró ensordecedor, anunciando el fin de la jornada.

Todos los estudiantes pertenecientes a dicho centro de estudios guardaron sus pertenencias con rapidez para poder salir de una vez de esa "cárcel". Todos y cada uno de ellos con la ilusión de llegar a casa a tomar un descanso acompañados de la vana comodidad que les ofrecía esa triste y cruel rutina diaria. Un día tras día monótono.

- ¡Oye, bro! -Un pelirrojo se acercó al rubio explosivo, quien se encontraba casi llegando a la salida con la mochila colgada de un hombro y su corbata chueca.

Al voltearse pudo divisar al pelirrojo que lo había llamado anteriormente junto a otro grupo de personas, todos con caras sonrientes mientras hacían bromas entre ellos.

- ¿Qué quieres, pelo de mierda? -Respondió con fastidio cuando este ya se encontraba a una buena distancia como para escucharlo sin tener que gritar.

-Nos preguntábamos si te gustaría ir a comer con nosotros a un restaurante de comida occidental que abrieron cerca, ¡Dicen que es delicioso!

Katsuki observó la mirada esperanzada de todos en el grupo, para luego sacudir su cabello con frustración mientras miraba la hora y suspiraba.

-La vieja me quiere en casa para las siete, para la próxima. -Dijo en tono frívolo, sin dejar ese toque de enfado digno de él.

Siguió caminando hacia la salida con pasos rápidos hasta que salió del edificio, dedicándose a mirar ansiosamente su reloj cada cierto tiempo durante el trayecto hacia su casa.

Más temprano en la tarde su vieja lo había llamado casi histérica, exigiendo su presencia lo más pronto posible con un lloriqueo desesperado.

Katsuki debía admitir que se alteró cuando escuchó a la vieja así, ella jamás en su vida había llorado frente al rubio, y ahora lo llamaba inesperadamente gritando que llegara a casa en cuanto las clases se dieran por finalizadas.

Al principio pensó en lo peor; una lesión, un accidente, algo. Pero ella aclaró que no era nada de eso y que siguiera normalmente con las clases, dejándole esa pequeña molestia e inquietud el resto del día.

Lo que el rubio no sabía es que su madre lo estaría esperando en casa con un cartel sobre la mesa, mientras consolaba con palabras de apoyo a otra madre que la acompañaba.


***

Si ven algún tipo de error ortográfico me encantaría que me lo informaran, gracias <3.

Mar de Árboles [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora