9. ¿Y si todo lo que necesito eres tú?

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🧡🖤



El alivio de Shimizu al recibir la llamada de Yamaguchi fue tan grande que sintió que le sacaban el peso de un camión de encima. Pero no fue hasta que pudo ver con sus propios ojos que Kei cargaba en su espalda a la pequeña chica que puso su mano sobre su pecho y se permitió respirar profundamente.

—¿Le pasó algo? —preguntó Yachi a Kei mientras el rubio avanzaba para dejar a Azumi sentada en un banco de piedra en el sendero del parque. Para esa hora, la mayoría de las personas ya estaban volviendo a casa.

—¿Tienes curitas? —preguntó el rubio—. Caminó mucho y los zapatos le lastimaron los pies.

—Si, un segundo —respondió la manager sacando de su bolso una tira de curitas de colores.

Kei se agachó frente a Azumi y con mucho cuidado le quitó el calzado y los calcetines. Había pequeñas magulladuras en sus pies y al pasar a llevar una de ellas la chica se quejó del dolor.

—Lo lamento —dijo fríamente recibiendo las curitas por parte de Hitoka para cubrir las heridas de Azumi—. Avísame si te duele ¿si?

Yamaguchi observaba a un costado el comportamiento de su amigo. Estaba sorprendido, pues jamás en toda su vida lo había visto así, con una preocupación genuina por alguien, tratándola de forma tan gentil y cuidadosa.

Shimizu, por su parte, se sentía orgullosa al darse cuenta de que su intuición no fallaba. Según sus pensamientos, era cien por ciento seguro de que Tsukishima y Azumi seguían gustándose.

—¡Auch! —gruñó casi en un susurro la chica cuando Kei ubicó el parche y paso su dedo con cuidado para adherirlo mejor a su piel.

—Ya casi... —murmuró él haciendo los últimos arreglos para volver a poner los zapatos de Azumi en su lugar—. Ahora si, listo.

El sonoro ritmo de las pisadas del grupo de chicos que había ido a la playa comenzó a aproximarse a medida que corrían hasta el lugar donde Shimizu les indicó que se encontraban.

—¡Azumi! —gritó Tobio al verla sentada en el banco, se sentía culpable, quería pedirle perdón. Pero apenas se aventuró a acercarse a la chica se encontró con un enorme muro que le impidió el paso.

—Tres palabras, ni. lo. pienses —advirtió el rubio mirándolo con la expresión más sombría de su repertorio.

—¡Eso no lo decides tú! —respondió el contrario.

—¿Quién me asegura que no vas a abandonarla en un lugar desconocido otra vez? —insistió Kei.

—¡Chicos! —Shimizu alzó la voz, pero ambos seguían mirándose como si fueran a atacarse mutuamente.

—Kei, no fue su culpa... —dijo Azumi llamando la atención del rubio—. Yo me fui a otro lugar por mi cuenta, debí haberme quedado allí.

Los hombros del más alto de los chicos se relajaron al escuchar sus palabras, sin embargo, no dejó esa imperturbable mirada lejos del chico de ojos azules. Tadashi, quien parecía poder leer la mente de su mejor amigo estaba seguro de que Kei sería capaz de asesinarlo.

—Escuchen todos... —dijo Azumi dirigiéndose a todo el grupo—. Lamento haber arruinado la salida, fui torpe y descuidada —añadió bajando la mirada.

El rostro de todo el mundo se relajó al ver la expresión triste de la dulce chica, incluso Kei.

—¡No digas eso, Azumi! —corrió Hinata hasta su lado para agitarla animosamente—. ¡No te sientas triste!

Kageyama aprovechó la oportunidad que su compañero le brindó para acercarse a ella, pues Tadashi se anticipó a los movimientos que Kei pudiera hacer y decidió ponerse en medio de él y Tobio.

Todas las cosas que debí decirte; Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora