Jimin y Jungkook se conocen desde niños y siempre supieron que estaban destinados a amarse. Por suerte para la pareja, tenían el respaldo de sus familiares y amigos, así que no habrá obstáculos para ellos en un futuro. Sin embargo, luego de diez año...
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—¿Jimin, cariño qué haces tan tarde en la calle?.
El peli rosa no pudo contestarle a su madre, las lágrimas y la opresión en su pecho era gigantesca. Además, había comenzado a nevar, él titiritaba de frío y solo se dejó caer en los brazos de esa elegante mujer mayor que lo recibió. Le hacía falta un abrazo de la señora que le dio la vida.
—¿Mi niño qué pasó? —murmuró la señora Park en lo que acariciaba las hebras rosadas de Jimin— Vamos a entrar para prepararte un té, ipor dios hijo mío!, mira como tiemblas. Si tu padre te ve llegar en estas condiciones...
—¿Dónde está y los niños?, —entre sílabas pudo responder el joven o más bien preguntar.
—Tranquilo, los cuatros se quedaron rendidos en nuestra habitación viendo Balto y yo casi me iba acostar, pero Jungkook me llamó...
Cuando ese nombre salió a flote, no importó el tono dulce y comprensivo de su madre, Jimin otra vez se quebró. Luego de salir del edificio de la compañía, manejó sin rumbo hasta llegar a uno de los parques del Río Han y caminó sintiendo los primeros copos de nieve directamente pegar contra su rostro. Necesitaba que el aire frío lo calmara, pero el ambiente era muy nostálgico; y es que ellos amaban la primera nevada, era algo que representaba al matrimonio Jeon. Cuando sus piernas no pudieron más por el calambre, decidió que nada le vendría mejor que el consuelo de su mamá y así terminó en la mansión Park.
De nuevo, Jimin no meditó las consecuencias, si porque ahora con la mente despejada, cree haberse excedido con Jungkook. Es qué hasta lo dejó esposado con ese aspecto deprimente, desarreglado. Y en algo tiene razón su madre, si el señor Park lo ve llegar así, cometería asesinato dejándolo viudo. Pues el pequeño Jimin es la debilidad de su progenitor.
—Ya mi bebé, tranquilo —susurraba la señora Park entre los sollozos de su hijo— Mira, ve a bañarte con agua bien caliente, yo te llevo un pijama de tu padre y te prepararé un té de manzanilla con limón. Te espero en la cocina para conversar con calma, ¿si? —y la señora le limpió unas lágrimas a su hijo con el dedo pulgar.
Y Jimin asintió sin querer abandonar los cálidos brazos de su madre, pero debe quitarse esta ropa si no se quiere enfermar antes de la víspera de Navidad.
El agua lo relajó bastante y ahora está más tranquilo caminando hacia la cocina de la casa. Jimin se tomó su tiempo para borrar las huellas de lo que hizo unas horas atrás. Aún sigue con un embrollo en su cabeza y no cree conveniente saber de su esposo por el momento. No necesitaba seguir alimentando el fuego de la furia o todo se complicaría, por lo que apagó su celular. Ya mañana será otro día.
La planta baja se mantenía en penumbras y con muy poca iluminación que opacaban las elegantes habitaciones de la mansión. Siguió de largo con pasos torpes atravesando los largos pasillos, hasta cruzar el umbral de la glamorosa cocina donde la señora Park servía una humectante taza de té y conversaba por teléfono. Rápidamente se sentó en una de las banquetas de la exuberante isla; y paseó sus enrojecidos ojos admirando el buen gusto y como su madre mantiene la casa impecable. El aniquilado con bordes negros junto un aroma a nuevo, era una caricia cuando entrabas ahí.