Desde que se es niño, hasta llegar a una edad adulta, nos hacen conscientes, que, en un futuro, en algún momento del camino, las personas que nos dieron la vida tendrán que partir del mundo terrenal; dejándonos solos en el hogar de las bestias avariciosas y egoístas.
Es un ciclo infinito, la naturaleza en su máximo esplendor.
Por eso es tan importante conseguir un compañero, un amante que sea tu refugio una vez que el lazo sanguíneo se rompa definitivamente.
Un abrazo. Un consuelo. Un momento de deshago.
Cuando el momento llega, cuando la luna reclama los cuerpos de quienes han logrado cumplir su misión en la tierra, y a pesar de todas las advertencias previas el dolor es insoportable, el desasosiego resulta abrumador. Tu pecho se abre y tu boca no deja de llamar ese calor que por tantas noches te arrulló, que te consoló y crio. Y cuando piensas que no puedes más, que el oxígeno es venenoso, la luz aparece nuevamente, asciende desde el horizonte para guiar tu nuevo camino quebrado. Tu destino, tu misión como individuo, como hijo de la madre luna. Vuelves a respirar con menos dolor, y sigues el sendero que tus progenitores se encargaron de limpiar para ti.
Es doloroso, sí, pero soportable, llevadero.
Pero hay un dolor del que nunca nadie te advierte, una perdida para la cual nunca estás preparado, una agonía tan arrasadora que se lleva tu alma en cuestión de minutos.
Un lazo roto.
La pérdida de un cachorro.
Son muy pocas las personas que logran sobrevivir a semejante dolor. Son muy pocos los dichosos que pueden contar cuan doloroso fue vivir aquello, que pueden mostrar las cicatrices de esas heridas mortales que jamás logran cerrar completamente.
Uno no nace eligiendo absolutamente nada. No somos responsables de nuestro apellido, de nuestro núcleo familiar, de nuestros padres y hermanos. Pero, en algún punto somos libres de elegir a quien amar, a quien mantener en nuestra vida. Llámese amigo, llámese pareja; da igual. Y aunque en el reino Yuin, la mayoría de los matrimonios son arreglados, estos muy rara vez resultan ser desafortunados.
Existen quienes han podido elegir a su pareja de vida, esa persona que logra cautivar la parte humana y lobuna de un mismo ser. Cuando eso sucede, y el lazo de unión se hace presente, la perdida es mortal; pues al unirse sus cuerpos, almas y corazones se hacen uno mismo, y cuando uno falta, el otro es incapaz de seguir por su propia cuenta.
Mueren de depresión. Se consumen entre el dolor y se ahogan en sus propias lágrimas.
Lo mismo sucede cuando se pierde a un hijo, más aún, cuando estos siguen en el periodo de gestación, o han nacido recientemente.
Los omegas son los más susceptibles a sufrir las pérdidas con más intensidad, tal fue el caso de Jeon Jungkook. Un omega privilegiado de una de las familias más poderosas del reino de Yuin; quien creció en un núcleo excepcional, con el dinero suficiente para poder moverse por el mundo sin tanto miedo o vergüenza por su naturaleza inferior. Con un padre y dos hermanas que estarían dispuestos a dar la vida por él. Con una madre dedicada, cariñosa y entregada.
Ese mismo omega que vivió un amor inigualable, tan intenso, que le cegó los sentidos.
“Quizás nos quisimos tanto, que dejó de tener sentido. Quizás nos dimos la vida, justo para no salir vivos.”
Su historia de amor comenzó con una mirada, con una sonrisa inocente y un beso irreversible.
Su más grande amor apareció de la nada, como una tormenta arrasando todo a su paso, como un suspiro que terminó por desvanecerse en el viento.
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CONCUBINO JEON [TAEKOOK]
רומנטיקה"¿Cuánto dolor estás dispuesto a soportar por intentar recuperar algo que quizás jamás fue tuyo?" "Lo que sea necesario. Haré todo lo que esté en mis manos para hacerte pagar todo el dolor que viví. Recuérdalo bien, Jimin. Ojo por ojo, hijo por hijo...