Único

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— ¡Arderás en el infierno!

Esas fueron las últimas palabras de su abuela antes de que se fuera del lugar, no le importaba si se quemaba en el abismo o en infierno con tal de cumplir con lo que necesitaba. Nadie lo detendría de sus planes, mucho menos su abuela, esta se dejó pisotear toda su vida, pero él no lo haría.

Despejando su mente regreso a donde se encontraba ahora mismo. En la orilla de un acantilado. La majestuosidad de la luna era impactante, estaba redonda como una perla frente a él, pero la vista era lo de menos. Aquella figura en el suelo similar a una estrella hecha por su sangre se veía peligrosa y las velas iluminando la oscuridad lo reconfortaban, sabía que aquello que estaba haciendo era declarado impuro, pero no le importaba, quería venganza y la conseguiría sin importar el que.

Cuando la noche estuvo en su punto más alto, supo que era el momento. Se quitó la bata de seda negra que cubría su cuerpo y quedo desnudo en medio de la estrella; los golpes en sus piernas estaban frescos y el moratón en su rostro era lo más llamativo, no le importaba estar desnudo en medio de la nada, su cuerpo ya había sido profanado. El viento sopló, pero no estaba helado, solo creaba ondas que hacían elevar su cabello, era parte de lo que estaba a punto de hacer.

Con una respiración profunda dio inicio.

— He venido, oh señor, te proclamo a ti, te busco a ti y te deseo solo a ti.— Empezó a decir mientras el fuego de las velas comenzaba ascender, no sabía de donde venía, pero el sonido de un tambor reboto por el lugar. — Sangre de tu sangre, seré, carne de tu carne, me convertiré, beberé de tu copa y comeré de tu alimento. — Tomo la copa llena de vino rojo y lo trago. — Mi corazón será tu elemento y yo estaré en tus manos. — Mientras lo decía trazo una línea con su nombre. — Escucha mi petición, mi señor, que es devota en tu nombre, venganza a tu nombre quiero y mi vida hacia ti entrego.

El sonido del viento acompañando su cántico elevo la tensión en el ambiente, los tambores eran más fuerte y lo estaban invitando a danzar, podía sentirlo, claro que lo hacía, él estaba ahí y escuchaba mi canto. La energía maldita estaba emergiendo de las fauces de lo más oscuro e invitaba a su alma a ser partícipe de la celebración.

Repitió el cántico 4 veces más hasta que el fuego se elevó a la copa de los árboles y supo que era el momento correcto.

— Venganza a tu nombre quiero. — La daga que había estado en el suelo todo este tiempo brillo al resplandor de la luna y cuando esta emitió un círculo rojo, era el momento y no existía un retorno. — Y mi vida hacia ti, me entrego.

Con esa última frase la daga atravesó lo más profundo de su estómago, enviando ríos de sangre por toda la estrella, dibujada en el suelo, los tambores que había escuchado se elevaron por todos sus oídos mientras la pérdida de sangre bañaba sus piernas hasta qué cayó de rodillas y con la cabeza en el suelo. Un temblor hizo vibrar la tierra, en tanto el fuego en las velas se expandía en forma de remolino, giro alrededor de su cuerpo sangrante, como un manto que lo cubría.

Sentía como las lenguas del fuego estaba quemando su piel, pero la falta de sangre lo mantenía débil, y perdido.

Cuando creyó que no lo lograría, que su vida había sido dada en vano. Unas manos en su espalda lo giraron en el suelo, elevaron su rostro hasta que unos labios fríos tocaron los suyos. Era un beso, uno diferente al que fue sometido antes de su desgracia, pero que provoco no solo que se sintiera extraño y altivo, sino también como si nunca se hubiera apuñalado, ya la sangre se había detenido, podía sentir como está regresaba a su cuerpo.

Cuando los labios por fin se despegaron de los suyos, sintió como una sensación de calor se expandía por todo su ser, era doloroso y hormigueante.

—Tranquilo, esposo mío. — La voz era gruesa y demasiado grave para un ser humano y fue ahí que se dio cuenta de que lo logro, había tenido éxito. — Ahora eres mío, mi sangre y carne, mi Seokjin.

You'll burn with me, my love I Namjin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora