Capítulo 7

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Nada se puede hacer cuando el dolor se mezcla con el rechazo, cuando una misma trata de evitarlo y escalar las difíciles situaciones para no quedarse en el fuego y ser rescatada por una misma sacando fuerzas a la vez que te repites soy fuerte, mi valentía está forjada de hierro y mi corazón es una coraza de acero.
Sin embargo, el dolor te impide pensar con claridad y más cuando te ves sola en mitad de un isla donde nadie te salvará y debes de pensar en la manera de salir huyendo de esas arenas movedizas las cuales te impiden volar alto.

Echa un ovillo, sola en el más de los silencios absolutos y sin saber qué hacer está Zara lamentándose por la manera de tratarla su madre.
Su teléfono suena, duda en responder, pero y si es su abuela.
Con esa idea busca su teléfono en su bolso y para su sorpresa se trata de Ambrosio.
Descuelga en silencio, las palabras apenas le salen y las pocas que logra pronunciar son un susurro.
Al otro lado, a solas para que nadie lo escuche Álvaro está preocupado por ella, su voz rota aumenta su preocupación a tal punto de querer verla, pero como Ambrosio, hoy hay demasiadas personas que lo conocen y no quiere que lo relacionen con Zara.

Consulta la hora, aún le queda tiempo para empezar su trabajo por lo que acepta ver a su amigo.
Sale a la calle, se dirige hacia una pequeña plazoleta donde ya se encuentra Álvaro disfrazado como Ambrosio para verla.
Nada más verla, acaricia ligeramente sus mejillas mojadas secándole con su pulgar esas gotas amargas donde sus miradas se cruzan y sus corazones laten intensamente en sus pechos.
Álvaro la abraza envolviéndola con su aroma y calor protegiéndola de algún modo de cualquier injusticia.
Vencida, busca en ese abrazo el arrendamiento de su lamento.
Los dos se quedan abrazados un rato más, ninguno quiere separarse es Zara quien da el paso más aliviada.
Álvaro sigue observándola sin decir nada, simplemente dibuja con sus pulgares el contorno de sus labios preguntándose como será su sabor.
Esa misma pregunta se la hace ella, deseosa e inquieta por el cosquilleo naciente en su vientre de querer que le roben un beso.
Apoyando su mejilla en su pecho llega a escuchar  la mejor y suave armonía de sus latidos.
Una melodía sonora tan agradable como pacífica.

— Gracias por haber venido Ambrosio.

— Estaba cerca, y vi tu llamada. ¿Dime qué más puedo hacer por ti? — Sin soltar sus manos clavando sus almendrados ojos en ella nota como su nerviosismo aumenta y las ganas de cuidarla despiertan el afán de atraerla de nuevo hacia él para tranquilizarla.

— ¿Estás trabajando? — Pregunta él para romper el silencio evitando la tentación de besarla.

— De momento no, me falta poco para comenzar mi turno.
No sabes lo feliz que me has hecho de aparecer en el momento que más te necesitaba.

De nuevo lo abraza donde él ya puede notar su calma, para ella es todo paz y es así de feliz se siente como poder dibujar una bella sonrisa de satisfacción y amor hacia el hombre que la tiene tan cautiva sujeta en sus brazos.
Cuántas veces había soñado con este momento, lastima que todos los sueños no tengan ese final esperando de dicha y felicidad.

— Debo de marcharme, mi turno va comenzar en un instante.

— ¿Porqué no le dices a tu jefe que estás enferma y te vienes conmigo? —Era una proposición loca, porque loco es aquel hombre que ocultando la verdad quiere demostrar sus verdaderas intenciones.

— Ojalá y pudiera hacerlo. Si por mí fuera me iría ahora mismo lejos contigo, desafortunadamente le di mi palabra a mi compañera de realizar su trabajo para que así ella pueda estar con su hija.
Si yo no acudo, la llamarían a ella, y Johana es la única amiga que tengo, quiero hacerle este favor. No sé si me entiendes.

Álvaro la mira seriamente, no había remplazo y eso le fastidiaba, ella está cumpliendo con su palabra haciéndole el favor a su amiga y él quiere llevársela a un lugar a parte para expresar cuando la ama.

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