Capítulo 8

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Sus ojos se abren al maximo al presenciar lo grande y lujosa que es la habitación. Hay todo tipo de electrónica, sábanas de seda, un baño con un mini jacuzzi y hasta su propio masajista dispone.
La decoración es moderna con todo tipo de muebles y accesorios de luz led.
Todo lo que algún día había soñado con tener, lo está presenciando en ese mismo momento, incluso Ingrid para darle envidia abre el gran clóset lleno de ropa de marca, zapatos y accesorios que solo Zara ha podido ver en alguna de tienda.
Ingrid, al ver la cara de envidia que ha puesto Zara comienza a sacar ropa esparciendo la en el suelo.

— Si te gusta algo puedes quedarte con lo que te guste. Te lo regalo. — Zara sin salir de su asombro solo puede titubear porque.

— Bueno, quiero ser amable contigo y darte esta ropa que no me pongo. Mira, tengo tanta ropa que no me pongo, incluso algunas prendas tienen aún la etiqueta. Sabes, en mi casa tengo más.

— Disculpe, pero no entiendo porqué usted se comporta tan amable conmigo. — Por un lado Zara se encuentra feliz de poder intercambiar algo con su hermana pero por otro lado desconfía de su actitud tan amable.

— Es una recompensa por hacer bien tú trabajo. — Se encoge de hombros fingiendo una sonrisa.

Zara, agradecida  por el detalle de su hermana  se le dibuja  una sonrisa iluminando su así  su rostro como un sol al amanecer.
Ingenua, se pone a recoger todo el desorden que había en la habitación limpiando a fondo llegando a tardar un buen rato para dejar todo limpio y ordenado.
El cansancio se va lentamente apoderando de ella.
Se seca su sudor y agradeciendo el detalle de darle ropa se marcha sin saber lo que le va esperar.
Al fin ha terminado, su cuerpo está agotado y sus piernas tiemblan del tiempo que lleva de pie.
Dentro de los vestuarios se cambia de ropa, la bolsa con ropa que le ha regalado su hermana la coge en la mano para salir cuanto antes del hotel y poder ir a casa a descansar.
Dispuesta a salir hacia la calle, el guarda de seguridad la retiene informándole de tener que esperar hasta que llegue el encargado.
Zara habla al hombre de seguridad preguntándole porqué la mantiene retenida. El hombre solo puede explicarle que ha recibido órdenes de su superior.
Un buen rato después, aparece el encargado pidiéndole ir a solas.
En su mini oficina, el encargado le pide a Zara de dejar la bolsa con ropa que ha robado.

— ¿Qué me está queriendo decir señor Selfe? Yo no he robado nada, mire, esta ropa me la ha dado la señorita Okesty por su voluntad. Yo no he cogido nada.

— Disculpe señorita Castelo, pero eso no es precisamente lo que nos han comentado. La  señorita Okesty nos ha asegurado de haber entrado usted a limpiar y faltarle ropa. — Zara comienza a desesperarse maldiciendo por dentro por haber sido tan estúpida y haber aceptado la ropa.

— Vamos a ver señor Selfe. Yo entro en la habitación de la señorita Okesty, tiene cosas de más valor que una simple ropa. Es de lógica que ya que me pongo a robar, robe lo que más valor tiene. Por ejemplo joyas, algún teléfono, dinero...¿Pero ropa? Y si la robo la voy a llevar en la mano como tal cosa, la tendría que llevar escondida, ¿No cree señor Selfe?

El hombre la mira serio analizando sus palabras, por un lado está la palabra de Zara de no parar de repetir de no haber cogido nada, siendo la misma señorita Okesty quien le ha dado la ropa.
Por otro lado está la obligación y el deber de seguir las instrucciones de tener que despedirla.

Sin quedarle de otra, el señor Selfe la mira con compasión haciéndole entrega de un sobre con su despido.

— ¿Qué? Yo no he hecho nada, se lo prometo esto no lo he robado yo no soy esa clase de persona. Por favor debe de creerme señor Selfe.

— Zara, yo en estos casos no puedo hacer nada, salvo seguir instrucciones para conservar mi trabajo.
Me han dicho que debo de despedirte por ladrona y eso he hecho. Yo no tengo nada en contra de tí, pero entiende mi posición.

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