Capítulo 3

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A pesar del miedo y mal rato que ha debido pasar, ir detrás de su jefe tampoco es que le ayude demasiado, ella solo quiere trabajar, pero si en el caso le hiciera preguntas, ¿Qué debía responder? ¿Qué estaba ocupando un lugar de trabajo por su madre? ¿Qué por eso no se sabía las reglas del hotel y mucho menos sabía quién era sus jefes?

Al entrar a la oficina de Álvaro, Zara cruza la puerta pasando por al lado de Álvaro.
Lo primero que recibe es el olor de su perfume, algo que le agrada confundiéndola aún más por lo sucedido.
En su cabeza solo piensa que va ser despedida, y eso sería malo para ella, ya que se encontraba con pocos ahorros y debía de obtener dinero para mandarle a su abuela.

— Adelante, tome asiento en la silla si es tan amable. — Álvaro la invita a sentarse delante de él siendo separados por la mesa.

— Gracias señor Mayer. Disculpe lo ocurrido yo...— Zara intenta hablar, quiere explicarle la verdad, pero si lo hace estaría delatando a su madre y por ello debe de callar.
Nadie debe de enterarse del parentesco de ambas.
Palabras amenazantes dichas por su propia madre.

— Disculpas aceptadas. Antes de nada, tenga en cuenta que todos nuestros empleados son seleccionados y avisados de las reglas impuestas en el hotel. Una de ellas, quizás la más importante, es que designamos una persona para la limpieza de nuestrqs suites para manter la discreción y deben ser de confianza por nuestra seguridad. No queremos ser la comidilla del hotel y crear mala imagen.
A fin de cuentas somos empresarios y gente muy importante.

— Lo entiendo perfectamente, y entiendo que deba de ser despedida por cometer un error. — Con cabeza gacha y apretando con fuerza sus rodillas con la palma de su mano habla esperando lo peor.
Sí no...¿Porqué la hubiera llevado para hablar aparte?

Álvaro sigue observándola, quedando más fascinado por sus facciones, aunque vista el uniforme se ve más hermosa que en la foto.
Su pelo rizado recogido en una trenza y su delgada figura la hacen de verse más hermosa ante los ojos de él.

— Míreme, por favor. — Era una orden donde al alzar su mentón sus rostros y una mirada añil se encuentra con una avellana logrando cautivarlo por completo.
Una mirada sin malvad, una cara angelical con unas pecas en su nariz que la hacen verse como una niña inocente.
Un escalofrío recorre rápido la espina dorsal de Álvaro, con dificultad debe mantener la calma removiendo se en su sillón del efecto que le ha causado Zara.
Esa mujer que solo hablaba con ella, que no era su prototipo en lo más mínimo se iba a fijar en ella, una chica vulgar de campo sin modales.
Ahora está sentada enfrente de él, nerviosa mirándole con nerviosismo por lo que le da un vaso de agua para que se tranquilice y así poder darse tiempo él para continuar hablando y explicarle todo lo referente a su trabajo.
Una vez que termina de hablar con ella, le pide discreción y volver a su trabajo.
Al fin puede sonreír, y esa sonrisa es la guinda para inmortalizar a un hombre que huye de sus propios sentimientos.
Sin percatarse de nada, Zara se marcha hacia fuera donde le espera Johana preocupada.

— Lo siento mucho Zara, discúlpame por no haberte avisado, de verdad ahora mismo voy a hablar con el señor Mayer. — Nerviosa y preocupada por su compañera quiere arreglar las cosas.

— Johana, no te preocupes ya está todo aclarado, seguiré trabajando. Pero debo de guardar silencio según me ha advertido el señor Mayer. — Habla con amabilidad sonriendo a su compañera.

— ¡Qué alivio! Vayamos entonces a seguir con nuestro trabajo.

Johana empuja el carrito de la limpieza y ambas continúan con su trabajo.

En su oficina, Álvaro sigue pensando en Zara, en esa joven inocente y como las cosas han surgido para encontrarse cara a cara.
En mitad de sus pensamientos aparece Yassin algo molesto con su amigo por no haber despedido a Zara.
Por lo que no tarda en reprocharle su actuación de jefe bueno y haberlo dejado a él en envidencia.

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