Peter solía pasear con Campanilla por las calles desiertas de su ciudad hacia las doce de la noche.
No hacía ni frío ni calor, no había ni mucho ruido ni demasiado silencio.
Era todo algo intermedio.
Lo intermedio siempre era mejor.
Porque no sobra nada ni falta nada.
Aunque a Campanilla siempre le faltaba algo.