1. Viernes

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Desperté tan bruscamente que Mónica lo hizo también, pues estaba reposada en mi casi desnudo pecho, mi respiración era agitadísima. Ése sueño había sido tan real y espantoso que por un momento creí que había sucedido y que lo que estaba viviendo ahora mismo, era un sueño al que mi cerebro me había inducido por quedar atrofiado por tan tétrico disparo. Tan real que otra explosión se generó en mis oídos, o al menos eso creía

-¿¡Qué fue eso!?- gritó Mónica, horrorizada

Fue entonces cuando una segunda explosión se llevó a cabo, la que nos hizo reaccionar a mi novia y a mí, me puse de pie y visualicé un camión cuya carga eran tanques de gas, se había volcado y obstruía la única entrada a mi colonia, maldije, tomé mi chamarra e ignorando las frases preocupantes de mi novia, bajé las escaleras apresurado, ella me siguió. Salimos y todos los vecinos estaban aterrorizados contemplando el chamuscado vehículo, unos se retiraban por miedo, a otros la curiosidad les ganaba y preferían quedarse ahí. Jamás me llevé bien con mis vecinos, salvo una excepción: Jessica, fui su pretendiente años atrás, pero tuvo que dejar el país y no volví a saber de ella hasta hace unas semanas que regresó con un título en algo de pedagogía, visualicé el semblante de todos los presentes, el pánico se apoderaba de sus pálidas facetas, imagino que la mía lucía igual.

Entre todo el gentío vislumbré a Jessica, me abrí paso hasta llegar a ella, estaba abrazada a su madre

-¡Jess!- dije tocándole el hombro

-¡Arturo!- dijo con voz débil al separarse de su madre y acudir a mis brazos

-¿Qué sucedió?- la abracé con fuerza

A decir verdad, el ambiente era extremadamente tenso como para sólo tratarse de una volcadura, quizá una persona muy importante murió, o moriríamos asfixiados por una fuga que se daba de los ya explotados tanques de gas, ilógico, pero uno se dedica a pensar cada cosa cuando la ignorancia vaga en nuestras cabezas

-Es horrible, Arturo... ¡Estamos perdidos! ¡Dios se apiade de nuestras almas! Enserio perdóname por irme y no corresponderte- rompió en un llanto aún más agónico, enseguida sentí su saliva correr por mi cuello

-Jessica, es sólo una volcadura-traté de recobrar la cordura-en cualquier momento el gobierno traerá una grúa y nos liberará a todos, no hay porque...

-¿¡Es que no lo entiendes!?-se separó de mí sin soltarme los brazos, me miró con un sentimiento melancólico, perdido y desconocido que irradiaba de sus ojos empapados en lágrimas- ¡El mundo está jodido!

-¡Ya estuvo de tantos lloriqueos!- se alzó una voz de entre la muchedumbre-Tenemos que actuar ¡Y hay que hacerlo ya!

Aquél protestante era Emilio Magallanes, el padrastro de Jessica. Un exmilitar que ha invertido sus billetes en una firma muy importante para el negocio de televisores con tecnología LED y en 3D. Ha acumulado maravillosas cantidades, por algo pudo financiar el "retiro" de Jessica en Londres. Si algo sé de este tipo es que cuando una idea se le mete a la cabeza, es definitivamente imposible hacerle cambiar de opinión

-¡Sólo mírense! Cobardes ¡Así no se enfrenta un problema de estas magnitudes! Dan pena- la piel se le enrojeció por una cólera artificial, la misma que usaba sobre los nuevos reclutas del ejército, las venas saltaban, figuraban megáfonos que daban volumen y magnitud a sus palabras- ¡Amanda!- se dirigió a su esposa- ¡Lleva a los niños a la Van! ¡Nos largamos!

-¿¡Qué!?- dijo Jessica con asombro y preocupación, secundando otras expresiones similares, que aunque anónimas, se dejaron notar

-Abriré paso con mi camioneta, sígueme...-ordenó y después se dirigió a nosotros para añadir:-¡Quiénes quieran hacer caravana con nosotros!-hizo una pausa para hurgar en busca de miradas interesadas en su oferta-¡Son bienvenidos!-dijo con una solemnidad de político cuyo objetivo es ganarse a un pueblo jodido, dicho esto, se retiró

-¡No!-dijo Jessica, y aunque no sea su padre, comparte varios rasgos con él- no, permitas que quite el camión de ahí... ¡Por favor!

No entendía nada de lo que estaba sucediendo, vi la desesperación de Jessica y de otros vecinos, tristeza profunda embargaba en sus almas inocentes... Tengo diecinueve y me es difícil captar las cosas de un solo golpe, muchos se retiraron, otros más rompieron en llanto, unos pocos entraron en un estado de trance, y otros recurrieron a la fe, como último recurso, misma que habían dejado meses atrás por verse rodeados de lujos y escasas necesidades... ¡Si tan sólo supieran lo que les depara! ¡Si tan sólo YO HUBIERA SABIDO LO QUE HABÍA DETRÁS DEL CAMIÓN! Jessica seguía rogándome para que mantuviera el camión en la única entrada al vecindario privado; Mónica, por otra parte, estaba haciendo lo mismo, pero sus demandas eran distintas; una me pedía actuar, y la otra exigía información. Vi a Jessica desprenderse de mí, su rojizo semblante, acompañado de su rebelde cabello güero, me hicieron entrar en razón; su madre estaba llevándosela a su casa. Pataleaba y hacía el berrinche más grande que había visto y que vería en los infernales días que nos quedaban de vida, fue esa escena la que me hizo reaccionar... Entonces entendí que no era el momento de entender, sino de actuar en consecuencia... Miré el fondo de la calle principal, que era un mini bulevar, sobre ella no había casas, pero si conectaba un montón de calles (la mía era la primera) donde estaban las casas. Vi la camioneta roja de Emilio estar yendo en reversa a lo largo del bulevar, estaba acrecentando la distancia que le proporcionaría más velocidad, y a su vez, más fuerza para mover el camión, al menos lo suficiente para abrir una ruta de escape

-¡Idiota! ¡No sabe si ése camión ha dejado de explotar!-dijo un anciano que mantenía un cigarrillo

Pasé saliva, lo siguiente es algo de lo que me arrepiento y siempre tendré conciencia de ello, empujé a Mónica y cayó de sentón sobre el asfalto, corrí hacia mi casa. Resbalé en la entrada y me golpeé, pero la adrenalina era tanta que omití el dolor y el incidente, entré casi tirando la puerta y subí las escaleras, directo a mi habitación. Jalé tan fuerte el cajón de una pequeña cómoda, que éste se vino con todo y corredera, caí y mi ropa interior voló momentáneamente por mi cuarto, en el cajón aún quedaban unos cuantos calzones y calcetines, los saqué impetuosamente... Encontré lo que buscaba: el repuesto de las llaves de mi carro, bajé las escaleras con demasiada rapidez y el necesario empeño como para volver a cometer el acto anterior, empujé a Mónica y fue directo al suelo, rebotando en los tres o cuatro escalones que acababa de subir, abrí la puerta del conductor y al intentar insertar la llave en la hendidura, me di cuenta de que las llaves originales estaban ahí todavía. Mi mente apenas pudo restregarme una palabra debido a mi negligencia: "¡ESTÚPIDO!". Encendí el coche y salí de reversa, acomodándolo derecho al bulevar... Sin pensarlo aceleré, respiré hondo y me encomendé a un Dios que había ignorado por días o quizá años, no lo culpo por abandonarme de aquí en adelante... Mi pie tocó fondo y el motor de mi vehículo emitió un rugido estrepitoso, además de que soltó demasiado humo blanco por el escape... "¡No! ¡No es momento de que falles!" desaceleré y aceleré, agarró más velocidad aún, soné el claxon como advertencia, misma que fue captada por los vecinos y se hicieron a un lado, la camioneta de Emilio estaba a punto de llegar a la pequeña elevación que llevaba a la entrada y salida del vecindario cuando fue impactado exactamente en el centro de su vehículo por mi coche; ambos derrapamos por el asfalto, el padre de Jessica dio con un árbol enorme y yo... yo quedé atascado bajo los metales de su camioneta. Me bajé, todos estaban asombrados, pero aun así la preocupación se adjudicó a sus estúpidas reacciones puesto la furgoneta en la que viajaban Jessica y el resto de su familia (distinta a la que Emilio usaría para abrirse paso) seguía como tren hacia el camión de gas y pese a que frenó por el espanto y sorpresa de la escena anterior, se estrelló contra el camión, quedando hecho trizas...

-¡Jessica!- me disponía a correr al rescate, cuando sentí un jalón proveniente del cuello de mi camisa

Lo último que recuerdo antes de caer inconsciente es: un puño, una nariz ensangrentada, un exmilitar furioso; todo esto acompañado de una palabra altisonante un poco brusca, insulto para mí, mi madre, mi legado y los presentes... La vista se me nubló y una especie de negrura iba ganando terreno en mi campo de visión, hasta que finalmente sentí un temblor, reacción de mi cabeza chocar contra la carretera...

PurificaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora