1.6 Buenas noches

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Una vez que Mónica terminó su relato, todos quedamos absortos. No podíamos siquiera imaginarlo, no nos atrevíamos a aceptarlo

-¿Qué clase de muerto hace eso? -dijo Amanda

-Zombis-respondió Mónica

-Por favor, eso no existe-Presentó reticencia, típico en Emilio

-¡Pues está existiendo afuera!

-Debemos irnos de aquí-dijo Amanda

-¿¡Pero cómo!? -se exaltó Emilio - ¡Este imbécil...-señalándome-destruyó todos mis vehículos, y hasta el suyo!

-Pero-no quise profundizar en una discusión donde perdería-, dijo Mónica que la señora García tenía sus llaves cuando la mató su esposo. Su carro es amplio

-¿Qué pretendes? -preguntó Jessica

-Ir por las llaves y largarnos

-En todo caso ¿Adónde iríamos? -pregunté, era una reflexión conmigo mismo que escapó en palabras- ¿Adónde planeaba ir señor Emilio?

-A casa de mi hermana

Cuando era pretendiente de Jessica, fui una vez a casa de la hermana de Emilio, ¡es como una fortaleza! Es enorme y eso aunado a que la vieja es una paranoica desquiciada. Tiene sólo un ama de llaves que le ayuda con todo el quehacer doméstico, una tarea demasiado ardua, no me extraña que cambie de ayudante como cambia de ropa interior. Sería una buena idea ir ahí como primer recurso, pensar qué es lo siguiente que hay que hacer o simplemente esperar rescate. Todo esto lo expresé en un argumento rico en un tono formal, absteniéndome de decir la pequeña comparación con respecto a su cambio de ayudantes. Emilio se desató un poco

-¿¡Qué!? ¿Piensas que somos un grupo y estamos unidos en esto? ¡Tú por tu cuenta, nosotros por la nuestra!

Pero su "masculinidad" se vio sumamente azotada por su esposa, Amanda

-¡Emilio! -alzó la voz- debemos estar juntos en esto... Son nuestros hermanos, debemos ayudar al prójimo... ¡Y te ordeno que los llevemos con nosotros!

El gallo apaciguado bajó la cabeza y se fue a la cocina. Mónica y yo intentamos persuadirles de que lo ideal sería largarnos esta tarde, pero no desistieron

-No. Está anocheciendo... Nos atrincheraremos-dijo Amanda- Emilio y tú-señalándome-, moverán muebles de manera que hagan un tipo de barrera tras las puertas mientras yo y Jessica preparamos las habitaciones

-¿Dónde dormiremos Arturo y yo? -preguntó Mónica

-¡Ja! -exclamación hecha por Amanda, Jessica se retiró-. No dormirán juntos en mi casa... Niños con niños y niñas con niñas. Mónica y Marcela dormirán en tu habitación-dirigiéndose a su hija presente-y tú, Arturo, dormirás en el cuarto de Marcela. Con las puertas bien cerradas. ¿Está claro?

Todos aceptamos, Emilio y yo movimos los divanes hacia la puerta y encima echamos un par de sillas. Tendría que ser alguien con una súper fuerza para mover todo eso de un solo empujón.

La noche cayó precipitosa, ocultando cada sombra que se encontraba afuera. La empresa encargada de la energía eléctrica no había alcanzado a reparar el cableado, por lo que seguíamos a obscuras. Sólo nos iluminaba una vela enorme que había sido entregada a cada uno de nosotros por Amanda, antes de que ella se encerrara en su habitación con Emilio y Marcela, un ligero cambio en su plan de organización. Yo estaba acostado sobre la cómoda cama de Marcela. No podía dormir, ¿Quién sí? Sin duda, Emilio. Sus ronquidos sonaban abruptamente por toda la casa, rebotaban en las paredes y se filtraban por los marcos de las puertas...

La lumbre de la vela estaba apagada ya, pero yo sentía que algo me observaba desde la penumbra. Una mirada fría y tenaz, me miraba con un placer mórbido, sentía cómo el miedo me tenía preso en la cama, arrinconado entre la colcha, el colchón y la gélida pared... Sentía unas garras largas y finísimas recorrer mi columna... No podía aguantar más, encendí la vela y me dirigí al estante de enfrente, puse a todos sus peluches y muñecos viendo hacia la pared. En particular uno que me daba un muy mal presentimiento, de hecho no pude dejarlo ahí, lo quité de su lugar y lo metí a un cajón... Era una especie de oso hormiguero café, sus ojos eran demasiado negros y grandes, enfrascaban algo siniestro, un resentimiento muy enorme, me recordaba a un personaje de serie televisiva que decidí dejar atrás. Odio, ira o simplemente gusto por el dolor ajeno. No podía hacer contacto visual con él, había desgracia y sufrimiento irradiada por su sonrisa invertida, tenía una camisa que decía: "Ámame"... Una vez que me aseguré de que estuviera muy adentro del cajón, volví a la cama y apagué la vela...

PurificaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora