1.7 ...

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Seguía acostado, viendo hacia el blanco techo. Pensando en la melodiosa voz de Naomi Vélez. ¡Lo que daría por escucharla una vez más! Escuché un ruido en el piso de abajo... Me levanté, la piel se me erizó al tocar con los pies desnudos el friísimo suelo, no obstante, caminé lentamente. Pasé por alto varios detalles, como que el oso hormiguero estaba nuevamente donde era su lugar, el color de las puertas ahora era negro, y que había electricidad. Encendí las luces de las habitaciones conforme las pasaba, descalzo bajé las escaleras muy despacio. No sabía si era por temor o sueño. Aunque hay que hacer notar que mi corazón palpitaba trepidante

- ¿Madre? - pregunté en voz baja-¿Eres tú?

Entonces seguí mi trayecto hacia abajo, todo estaba vacío, no había nada más que los inmóviles muebles, llegué a la cocina, no había nadie. De seguro estoy volviéndome loco, es de familia. Mi abuelo, internado y bajo dosis elevadas de tranquilizantes, mi padre con el mismo camino, pero diferente destino: la muerte. Su locura lo llevó al borde del suicidio, una soga envolvía su áspero cuello y su cuerpo bailaba en el aire... Me dolió recordarlo, y con su imagen en mi cabeza regresé a la habitación, subí las escaleras de manera mecánica, mi cuerpo estaba ahí, pero yo ya no. Entré al cuarto y cerré la puerta, apagué la luz. De la obscuridad, escuché un ligero sollozo, alguien lloraba con demasiado sentimiento como con ganas de permanecer oculto, sin pensarlo encendí la luz y eché un vistazo... ¡Había alguien frente a la cama! Agarrando la cobija, enjugándose las lágrimas y los mocos. Era alguien desnudo, un niño, tenía piel grisácea y los huesos se notaban de una manera tan desgraciada, era grotesco cómo la piel se acostumbraba a su nueva posición cada vez que se movía. Daba un hecho de que era niño porque estaba calvo, tenía alrededor de siete años. Me acerqué a él con un miedo inmenso

-¿Hola? -dije y sus lloriqueos aumentaron

Estaba casi encima de él cuando calló por completo, decidí tocarlo, cada centímetro que acortaba entre mi mano y su espalda se sentía más frío, noté que mi piel se erizaba paulatinamente al cruzar una especie de campo de fuerza, el niño se dobló hacia delante de una manera sanguinaria, como si mi tacto le quemara, su quejido me asustó demasiado que me hice hacia atrás brutalmente, caí de la misma forma, él estaba irguiéndose, todos los huesos le tronaban mientras lo hacía. Se volteó hacía mí, comenzó a tomar aire a bocanadas enormes, las costillas se le marcaban infernalmente, incluso juraría que vi sus pulmones sobresalir de la piel... Su cara estaba peor, no tenía dentadura y su lengua estaba chamuscada, brotaba una sustancia obscura de su cavidad bucal, tenía los ojos llenos de sangre y cosidos, no con hilo ni alambre sino con un montón de agujas encorvadas... Tenía una cicatriz en la mejilla, completamente abierta, de la cual no brotaba ni una gota de sangre, podía ver su músculo o hueso, no alcancé a distinguir puesto que ya se había llenado con el suficiente aire para gritar ostentosamente, tenía las piernas separadas pero las rodillas dobladas, los brazos los extendió hacia atrás, intentando formar puños con las manos, pero no podía debido a la dimensión de sus puntiagudas uñas, llenas de mugre, tejidos y sangre... Su chillido me aturdió, en un impulso, llevé mis manos hacia mis oídos. Quise prohibir el paso a cualquier sonido, pero era imposible, su bramido se abría paso entre mi piel, incluso dolía, eran como estacas y llegaban hasta el tímpano... La cabeza comenzó a retumbarme, sentía que iba a explotar, estallaría en pedazos y mi cerebro se derretiría, despacio me fui hincando. La luz comenzaba a parpadear y los lapsos de obscuridad iban ganando batalla contra la luz... Golpeé su flacucho abdomen, dejó de gritar y yo pude ponerme de pie, el foco explotó y esa cosa se fue a la penumbra, doblándose como araña escaló la pared, podía escuchar sus movimientos, oía sus huesos tronar. No lo pensé más y hui del cuarto, al salir no me detuve... Pese a que me encontrara corriendo sobre agua y piedras, mis pies comenzaron a sangrar fuertemente... Caí en un agujero que no observé, o que simplemente no estaba hasta el momento en que pasé por ahí, estaba bajo el agua... No sabía lo que sucedía, y lo que parecían ser algas, se tornaron en manos delgaduchas, manos de niños que me arrastraban hasta el fondo del río, todos ellos desmembrados y con diferentes formas de mutilación en su cuerpo... Algunos sin pierna, otros más sin brazos, unos cuantos tenían disparos, mordidas y rasguños por doquier... Pero había algo que todos compartían: el dolor y la muerte, reflejados en sus negruzcos ojos. Gritaban conforme yo pasaba... ¿Qué querían de mí? El agua comenzó a entrar por mi garganta, iba inflándome paulatinamente, no nada más de ese líquido sino de horror y espanto, ellos iban desgarrándome, deshaciendo mí cuerpo conforme bajaba hacia ningún lado. El encuentro de sus pieles con la mía, ardía... ¡Ardía de una manera insoportable! Era tanto el ardor que me veía forzado a revolcarme, como un mecanismo de defensa. No lograba atinarles algún golpe, pero ellos sí iban torturándome, riéndose y llorando, gritando o sólo viendo... Esos malditos niños estaban destrozándome.

PurificaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora