Capítulo IV

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El sonido de las olas y la arena bajo sus pies le hacían sentir relajada. Jade bailaba bajo la penumbra de la noche y la luz de la luna. No danzaba para nadie en particular, solo para ella, era ella misma quien quería disfrutar de la danza, que ahora, sentía era su única forma en la que tenía paz.

Pronto observó que en la lejanía tanto por su izquierda y su derecha, se acercaban dos sombras. Ella dejó de bailar, se sintió asustada porque parecía que venían por ella. Mientras los hombres avanzaban hacia ella, pudo descubrir quiénes eran. Lucas se acercaba por su lado derecho y Leo, por el izquierdo y pronto se encontraron a pocos metros de ella. Ambos tenían la expresión fría y distante, la miraban como si la odiasen y parecían dispuestos a llevarla.

Jade se asustó, pese a querer enterrar el recuerdo de su primer amor, aun no terminaba de catapultarse por completo.

Jade corrió hacia adelante para tratar de huir de ambos y se topó con dos de los hombres que más la habían amado y tomado riesgos por ella. Said y Zein avanzaban hacia ella y ella dio la vuelta hacia el mar, escapando de todos. Ella ya no quería que nadie viniera por ella. Jade tocó el agua helada y se sumergió en medio de las olas. Mientras lo hacía y trataba de avanzar dentro del mar y hundirse por completo, las manos de alguien la sacaron de ahí. Said y Zein intentaban rescatarla y ella solo quería morir. La inconsciencia llegó cuando la respiración cesó porque había aspirado un poco del agua.

Sintió unos labios sobre los suyos en un intento de salvarle la vida, pero era demasiado tarde.

Estaba muriendo...

- ¡Ayuda! – gritó desde la habitación y sintió que le faltaba el aire.

Las manos le temblaban y el corazón le latía como loco. Jade despertó con la sensación de que había muerto.

- Jade ¿Qué paso? – Zein apareció por la puerta de su habitación con un pijama. Al verla en ese estado no dudó en acercarse a ella.

Jade lo abrazó con fuerza y miedo. Miedo de volver a morir como en el sueño.

- No me dejes, Zein – lloró mientras su cuerpo convulsionaba en pequeños espasmos producto de los nervios. – Tengo miedo, Zein.

Zein la abrazó fuerte y acarició su cabello.

- No tengas miedo, Jade, solo fue una pesadilla – el egipcio, trató de consolarla.

- Tengo miedo de todo, Zein. Miedo al presente, miedo al futuro. – Jade se aferró a Zein como si, sin él, podría caer. Estaba descontrolada, tenía mucho más nervio que aquella vez que bailando con Said, miró a Leo y terminó desmayada de la impresión.

- Te traeré un calmante para que se te pase.

Jade no quiso que él se apartara.

- No te vayas por favor, quédate y abrázame – pidió.

Zein nunca pudo negarle nada, él la amaba y aunque sabía que quizá ella nunca lo amaría, le preocupaba el estado mental de Jade.

El egipcio, se acomodó al lado de Jade en la cama y la abrazó. Pronto ella se quedó dormida. Zein representaba su futuro y eso Jade lo sabía, ahora, en sus brazos se sentía protegida. Mientras dormía volvió a soñar, esta vez no había hombres, soñó en un campo de flores con un cielo totalmente celeste, en él se encontraba su madre.

Su madre aparecía en sus sueños para decirle que todo iría bien.

...

Jade despertó esa mañana sin Zein a su lado.

El destino que nos uneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora