Capítulo VII

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Jade tenía un lapicero en la mano, pero no podía escribir. Había sido más fácil escribir la carta a su padre, pero escribirle a su madre, era una herida que parecía cicatrizada por fuera, pero por dentro aún permanecía fresca y sin sanar. Pensar en su madre, era hurgar en el pasado, en recuerdos que parecían querer suprimirse con el tiempo y en los que ella había cubierto por un falso espejismo de realidad distorsionada. Trato de recordar su voz, pero luego de veinte años, ya ni si quiera eso recordaba.

Su madre...

Cuan diferente hubiera sido su historia si su madre no hubiera muerto, quizá incluso estaría viva hasta el día de hoy. Todo habría cambiado por completo. Su madre hubiera intervenido para que estudie como siempre había sido su sueño, quizá de igual forma hubieran arreglado un matrimonio porque su cultura era así, pero ella con una profesión no hubiera tenido que depender de nadie. El no volver a Marruecos en aquella época también hubiera intervenido en su historia con Lucas. No lo hubiera conocido y en las circunstancias donde estaba más rota, no se habría obsesionado con ese amor donde la que perdió más fue ella.

Su madre era la pieza que hubiera sostenido su vida. Era quizá la voz de la razón que necesitaba para no cometer un error tras otro.

Con la pluma temblorosa empezó a escribirle.

Empezó diciéndole cuanto la extrañaba, cuanto aun la necesitaba, lo difícil que había sido su vida y narrándole detalladamente sus pensamientos luego de su muerte, el dolor que sintió y las mañanas donde despertaba y la buscaba para luego darse cuenta que ya no estaba, como con el tiempo reemplazó esa búsqueda con buscarlo a él. Le contó sobre su vida, sobre su primer amor y sobre lo más lindo que el ocurrió en la vida, su pequeña Khadija. Habló sobre cuánto le hubiera gustado verla como abuela y que su pequeña la hubiera amado demasiado.

Al final de la carta solo pudo agradecerle, darle las gracias por haberla amado tanto, por haber sido su madre y por haber hecho tanto por ella.

Mientras escribía las lágrimas no dejaban de salir de sus ojos. El recuerdo de su madre siempre sería doloroso.

Tomó un respiro y puso el papel en el sobre.

Había dejado a Lucas para el final.

Era una carta de despedida al primer amor que tuvo en la vida.

Se despedía de un amor que le hizo daño, que la dejó atrapada en el pasado. Un amor que idealizó y que nunca fue correspondido del todo. Un amor donde ella sacrificó más. Le escribió de sus sentimientos de cómo fue ver que él seguía su vida y si ella no era quien la buscaba, él nunca lo haría. De todo lo que perdió y del poco amor propio que en esos momentos entendía que tenía por ella misma.

Jade admitió en esa carta que sus sentimientos aún seguían, pero la intensidad había disminuido demasiado. Ella misma se había rendido a ese amor y lo había cambiado por la libertad que siempre había querido.

Una vez que su corazón le dictaba que era mejor renunciar, no había vuelta atrás.

Pronto quizá volvería a amar y Lucas solo se convertiría en un vago recuerdo...

...

Los días pasaron más rápido de lo que hubiera imaginado y poco a poco estaba acostumbrándose a como su vida había cambiado tanto. Jade miró a sus compañeras de trabajo y pensó que todo parecía mejorar. Ninguna era árabe, pero sabían a la perfección la danza del vientre. Dos meses ya habían pasado desde que dejó al recuerdo de Lucas atrás junto con el lugar que le causó felicidad y miseria a la vez. Las ruinas de Fez habían sido testigo de todo el remolino de emociones que tuvo su vida.

Entre las nuevas personas que habían ingresado a su vida, estaba Nora, una muchacha de treinta años con cabellos negros, piel morena que parecía todo el tiempo bronceada y los ojos celestes que hacía un contraste muy bonito con su tonalidad de piel. Aquella muchacha, tenía una hija de la edad de Khadija por lo que conectaron rápido y se llevaban muy bien. Nora era madre soltera y se ganaba la vida siendo bailarina. Era una muchacha buena, que en tiempo en el que se habían conocido, había tenido un trato muy amable con Jade.

El destino que nos uneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora