De repente, entre tanta angustia consiguió escuchar una voz llamándole, luego unas manos tocándole, todo en aquel momento le parecía atemorizante, por lo que no podía pensar en nada que no fuese escapar de su toque, sin embargo, una fuerza invisible...
Esa noche no hubo sueño, ni pastillas, ni sonidos extraños.
Esa noche no había más que un silencio imperturbable.
Los oficiales hacía horas se habían ido con la promesa de regresar al día siguiente para investigar. Cumplieron esa promesa, al día siguiente frente a la puerta de la bizarra pareja estuvieron a primera hora de la mañana, dispuestos a continuar el proceso, llegar hasta el final.
Hasta la verdad.
Tocaron un buen rato, pero nadie apareció ni siquiera por la ventana. Se miraron entre sí decidiendo que, dadas las extrañas circunstancias de ese caso, lo mejor sería entrar por la fuerza para comprobar si algo había sucedido. Claramente ninguno estaba listo para lo que se encontrarían dentro de esa casa.
Y es que en cuanto la puerta cedió a sus patadas, lo que encontraron en el interior fue...
Nada.
Así es, la misma sala donde habían estado el día anterior no tenía ni medio rastro de ser habitada, el polvo, las telarañas y demás eran fáciles de encontrar en cada esquina, por lo que, si no hubiesen estado allí tan sólo unas horas antes, podrían decir perfectamente que la casa ha estado inhabitada por meses, tal vez años.
Más confundidos, de cierta forma aterrados, siguieron inspeccionando aquí y allá. No encontraron nada más que suciedad y muebles desgastados, no había nadie. Lo único que encontraron encima de lo que una vez hubo servido de cama fue un avión de papel rojo.
"Aquí no ha pasado nada. Siento si han caído una vez más en el engaño de mi esposo, porque tendrán que pagar las consecuencias en su lugar".
Los escalofríos en ambos cuerpos vivos fueron notables, ambos fueron rápidamente a la puerta de la casa, pero esta no abrió ni siquiera usando toda su fuerza. Una risa se escuchó, un ruido sordo.
Luego nada.
...
Desde ese día reina la leyenda, de que cada treintaiuno de octubre se recibe una llamada de un hombre angustiado por salir de su casa.
Se dice que, aunque la voz se escuche suplicante, desesperada por ayuda, nunca hay que acudir.
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