¿Alguna vez has deseado algo prohibido?
Como si eso estuviese en la lista de "no toques, no codicies" pero que en cada momento te incita más a tenerlo.
Decían que eran la pareja perfecta, y yo, situada en medio, todo saldría mal.
Adaptación autori...
Eunki: —¿Quién es Jungwon? —Inquirí, medio confundida.
Bitna: —Su hermano.
De pronto recordé la conversación que ella había tenido con Sunoo anoche y que había mencionado a su hermano.
Eunki: —Oh. —Musité.
Eunki: —Me encantaría. —Sonreí, amable.
Bitna: —¡Le diré a Sunoo para que organicemos todo! —Me abrazó de nuevo, dando brinquitos como una niña pequeña.
Así es Bitna; dulce, tierna, cariñosa, frágil y entusiasta, es una niña pequeña encerrada en el cuerpo de una persona adulta de veintiún años.
Eunki: —Oye. —Musité, cambiando repentinamente de tema.
Eunki: —Quiero ir al tan famoso puente de los suspiros, quizá pueda tomar algunas fotografías.
Bitna: —Il ponte dei suspiri. ¿Y para qué quieres ir allí? No es la gran cosa. —Dijo.
Bitna: —Más bien deberías ir a la plaza de San Marcos, muchos toman sus fotografías allí.
Eunki: —Lo sé, pero no quiero algo común, ya me conoces. —Me encogí de hombros.
Bitna: —Bueno, también podrías ir al Palazzo Ducale, le podrías tomar bellas fotos.
Eunki: —¿Al qué? Bitna. ¿Te molestaría hablarme en coreano?
Ella rio.
Bitna: —Al Palacio del Duque.
Eunki: —Gracias. ¿Me llevarás al Puente de los suspiros?
Puso lo ojos en blanco ante mi insistencia.
Bitna: —Está bien, te llevaré mañana.
Eunki: —Gracias, eres la mejor. —Y fui yo quien empezó el abrazo ahora.
Seguimos caminando por las calles de Venecia, mirando casi todas las tiendas de ropa que allí había. Comimos en un pequeño restaurante y luego llegamos cansadísimas al departamento.
Eran las siete de la tarde con treinta minutos cuando llamaron a la puerta.
Bitna: —¡Es Sunoo! —Anunció jovialmente y se levantó como un rayo dando grandes zancadas hacía la puerta.
Dirigí mi vista hasta allá, desviándola del televisor, anhelante de ver el rostro perfecto.
Bitna: —¡Amor! —Se lanzó a sus brazos en cuanto la figura de su novio fue palpable, y él la recibió cálidamente.
La fierecilla se removió incómoda.
Bitna: —Ven, pasa.
Desvié mi mirada de nuevo al televisor, queriendo aparentar que no la he despegado de allí.
Sunoo: —Eunki, hola. —Mi nombre en su voz es tan melodioso y diferente al resto de las voces que han puesto en su sonido mi nombre, lo hace parecer bello, único.
Me giré para mirarle.
Eunki: —Hola, Sunoo. —Le sonreí.
Sunoo: —¿Cómo va tu primer día en Venecia? —Preguntó.
Eunki: —Cansado. —Reí al recordar que había usado el mismo adjetivo cuando él me había preguntado acerca del vuelo.
Creo que él también recordó, porque se rio de la misma manera que yo.
Sunoo: —Ojalá los demás no sean siempre así. —Comentó y sonrió, luego miró a Bitna para entablar conversación con ella.
Entonces yo me giré de nuevo, pero, a decir verdad, estoy más pendiente de su conversación que de aquel programa italiano que se proyecta en la televisión.
Sunoo: —¿Estás nerviosa, cielo? —Le preguntó a Bitna.
Bitna: —¿Sobre qué? —Inquirió ella, confundida.
Sunoo: —Sobre tu entrevista de trabajo, mañana.
Bitna: —¿Mañana es siete? —La voz de Bitna sonó alarmada.
Bitna: —¡Dios, lo olvidé!
Entonces me giré para mirar.
Eunki: —¿Tienes una entrevista de trabajo? —Pregunté, realmente emocionada.
Bitna: —Sí y... ¡oh! —Se quedó en silencio durante unos segundos.
Bitna: —¡Lo siento! ¡lo siento, lo siento, lo siento! —Se acercó a mí.
Bitna: —Es que no recordaba lo de la entrevista, perdóname.
Tardé un segundo en comprender por qué me pide disculpas.
Eunki: —Oh, Bitna; no te preocupes, nena. —Le sonreí.
Eunki: —Iremos otro día a visitar el puente.
Bitna: —¿No estás enojada?
Eunki: —¿Yo? Para nada, al contrario. ¿De qué es el trabajo que solicitas?
Bitna: —Enfermería en el hospital de la Isla de Torcello. ¡Tengo una idea! —Dijo de pronto, como si lo primero no importara demasiado, se giró a mirar a su novio.
Bitna: —Amor. ¿Podrías llevar a Eunki a Il ponte dei suspiri?
Los ojos se me abrieron de par en par ante la sorpresa y luego miré el rostro de Sunoo, tan bello como el de un ángel. Él también me miraba con sus deslumbrantes ojos.
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