Capítulo 09

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Los golpes de la puerta me despertaron y entonces me percaté de la voz de Bitna, del otro lado.

Bitna: —¡Eunki, levántate ya! —Gritó.

Me removí entre las sábanas y no hice intento alguno por abrir los ojos.

Bitna: —¡Bestia! —Volvió a golpear la puerta.

Bitna: —Sunoo vendrá en cualquier momento.

¿Sunoo? Abrí los ojos, completamente despierta y aventé las sábanas hacia un lado, salí de la cama en un santiamén y abrí la puerta. Bitna corría de un lugar a otro en busca de algo.

Bitna: —Yo creí que no te levantarías nunca. —Farfulló.

Eunki: —¿Qué buscas? —Pregunté.

Bitna: —Mi bolsa, puedo jurar que la dejé aquí. —Apuntó al sofá.

Miré el reloj, faltan veinte minutos para las seis de la mañana.

¿Cuánto se tardará Sunoo en llegar?... ¿Por qué me pregunto eso?

Eunki: —Busca en tu cuarto, Bit. —Musité.

Ella me miró y salió corriendo a su habitación, dos segundos después llamaron a la puerta.

Bitna: —Eunki, por favor abre. —Me gritó desde su cuarto.

Caminé perezosamente hasta la puerta y la abrí, lo que vi me deslumbró por completo.

Sunoo: —Buenos días. —Me sonrió y aquella fierecilla enjaulada saltó de un lado a otro en su pequeña cárcel.

Eunki: —Buenos días, Sunoo. —Le devolví la sonrisa.

Eunki: —Pasa.

Le abrí camino y me le quedé mirando mientras pasaba a mi lado, lleva puesta una chaqueta negra al igual que los apretados pantalones que trae, por dentro de la chaqueta se alcanza a ver una camisa en tono rojo. Porta unas gafas de sol que le dan un aspecto más comercial a su rostro, parece de esos modelos que solo ves en la televisión.

Sunoo: —Bonita pijama. —Musitó mirando mi atuendo.

Enrojecí hasta los huesos y me mordí el labio inferior, completamente apenada. Nadie, exceptuando a Bitna, me ha visto en pijama.

Eunki: —Gracias. —Murmuré.

Sunoo: —¿Dónde está Bitna?

Eunki: —En...

Bitna: —¡Aquí! —La interpelada salió de su habitación con la bolsa en la mano y me interrumpió.

Sunoo: —Hola preciosa. —Dijo y luego se acercó a besarla.

Desvié mi mirada, dándoles privacidad y me escabullí hasta mi cuarto, privacidad. ¿Eso quiero darles? ¿O solo quiero calmar a la fierecilla que de pronto se sintió incómoda?

Me vestí rápidamente y me hice una coleta de lado.

Bitna: —¡Eunki! Debo irme. —Gritó, desde algún lugar cercano a la puerta.

Salí del cuarto no sin antes tomar mi cámara fotográfica.

Bitna: —Te veo más tarde, espero se diviertan, los amo, a los dos.

Eunki: —¡Suerte! —Dije, pero ella ya había cerrado la puerta.

Miré entonces a Sunoo, quien se encontraba parado, mirándome a mí.

Sunoo: —Creí que íbamos a desayunar en pijama. —Musitó, divertido al notar mi cambio de ropa.

El rubor corrió de nuevo por mis mejillas y bajé la cabeza.

Eunki: —Es muy temprano para desayunar. —Musité.

Él rio.

Sunoo: —¿Entonces... quieres que nos vayamos ya? El camino no es muy corto.

Eunki: —Claro. —Sonreí y él me hizo señas de que saliera del departamento.

Tomé mi bolso y me lo crucé por el cuerpo, echando allí mi cámara; luego él me abrió la puerta y me dejó pasar primero. Se deslizó después hacia mi lado y caminó junto a mí, su perfume, mezcla de jarabe de azúcar y frutas tropicales se introdujo en mi nariz.

Sunoo: —¿Escaleras o ascensor? —Preguntó.

Eunki: —Escaleras, es el tercer piso. —Decidí.

Sonrió como si le hubiera gustado mi elección; esperó a que yo me adelantara y luego me siguió muy de cerca.

Cuando salimos del edificio, caminé hacia la derecha, muy decidida.

Sunoo: —¿A dónde vas? —Preguntó, y me giré a mirarle, entonces me di cuenta de que ya no me seguía, sino que estaba parado y reía.

Eunki: —Pues, a tomar un taxi o un autobús. —Me encogí de hombros confundida.

Él rio con ganas y sus carcajadas atronaron en mis oídos como la entonación de una cascada al caer al lago.

No comprendí qué le resulta tan gracioso y fruncí el ceño.

Sunoo: —No pensarás que tomaremos un taxi hasta allá. ¿Verdad? —Dijo, medio serenado.

Sunoo: —Porque si es así, no creo que tengas el dinero suficiente como para pagar el viaje, recuerda que no está muy cerca el lugar. —Rio de nuevo.

Sunoo: —Y no hay autobuses hasta ese lugar, a menos de que tomes tres o cuatro.

Me quedé en silencio y relacioné sus palabras con sus acciones.

Eunki: —¿Te estás burlando? —Volví a fruncir el ceño.

La carcajada melodiosa que aún salía de su garganta enmudeció, y su rostro se volvió serio y cauteloso.

Sunoo: —No. —Dijo.

Eunki: —¿Entonces por qué te ríes? —Enarqué una ceja.

Sunoo: —Porque me pareció un poco... gracioso. —Aún bajo las gafas de sol, su expresión fue como la de un niño que es regañado por su madre.

Eunki: —Para mí no es gracioso. —Dije, severa, pareciendo enojada.

Sunoo: —Lo siento, yo...

Estallé en fuertes risotadas interrumpiendo su disculpa y se me quedó mirando extrañado.

Eunki: —¡Caíste! Creíste que me había disgustado. —Alcancé a soltar entre risas.

Su rostro dejó la seriedad y precaución y se dibujó en él una bella sonrisa.

Sunoo: —Eres mala. —Musitó y luego rio.

Eunki: —Solo a veces. —Reí.

Eunki: —Pero bueno, ya hablando en serio. ¿En qué nos vamos a ir?

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El manual de lo prohibido › Kim Sunoo ✔︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora