Ábreme

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Terminé con la clienta y al revisar mi teléfono tenía un mensaje de Mason, para variar. Por supuesto que no le diría que su noviecita había venido a verme, ni siquiera respondería a su «Dónde queda la clase?» Lo dejé en visto y empecé a recoger mis cosas. No estaba de ánimos.

Lexie me había pedido que pasara comprándole unos pantalones, ya que éramos de la misma talla, así que pasé por H&M rápidamente y le envié las fotos de los más parecidos a los que me pidió, eran unos pantalones palazzo, no eran de mis favoritos pero a decir verdad sí estilizaban un montón la figura, luego de luchar con mis pensamientos, me tomé el atrevimiento de comprarme uno negro, como la mayoría de mi ropa. Fue la mejor noticia que pude darle, hasta me felicitó por haber hecho una compra para mi. No estaba muy feliz esa tarde, así que sólo le respondí un corazón a su mensaje. La razón principal por la que lo compré no era porque realmente me gustara un montón —si lo hacía, pero no era mi motivación más grande— sino porque en mis últimas consultas con mi psicóloga me había recomendado que probara haciendo compras para mi simplemente por gusto, para ir trabajando en mi relación con el dinero.

El metro iba abarrotado como siempre a esa hora, las ratas corriendo por los carriles y los indigentes en los cartones le daban ese toque de película a mi vida, especialmente porque sentía todo un poco más.

¡Precisamente era eso lo que quería evitar! Cada vez que algo se alborotaba en mis sentimientos, sabía que algo no saldría bien y no tenía la energía para enfrentarlo, ni las ganas. Me lo advertí miles de veces y aún así decidí hacerlo, eso no era culpa de Mason y su novia, era mía. Fue mi idea.

Entrar a mi casa luego de este día, era como comer con hambre. Estaba esperando este momento. Finalmente podría limpiar todo lo que estaba sucio del día, podría hacerme mi almuerzo y sentarme a ver a los niños jugar. Lo necesitaba más que nunca. Se empezó a reproducir Fireside de Arctic Monkeys y una sonrisa irónica se escapó de mi.

La noche empezaba a llegar y los niños empezaban a irse, mi avena se enfriaba y tenía cierto dolor de cabeza.

Que noche de mierda, es que era increíble.

Suspiré y me levanté de mi asiento, lavé y organicé los platos y justo luego de ponerme mi pijama, sonó la puerta.

Mierda, mierda, mierda.

—¿Quién es?

—Soy yo. —No se escuchaba perfectamente por la puerta tapando las ondas pero sabía que era Mason.

—¿Qué quieres? No estoy de humor, será mejor que te vayas. —dije molesta.

—Ábreme. Sé que estás molesta.

—¿Ah si? ¿Por qué estaría molesta? según tu. ¿sabes? Mejor no lo digas, sólo vete.

—Ábreme, Ava. —tocó la puerta fuerte.

Sabía que no se iría hasta que por lo menos le abriera, quería acabar con esto lo más pronto posible, no quería verlo más.

Solté un gritito de frustración y rodé la manilla, no había terminado de abrir la puerta cuando el ya estaba adentro. Iba impecable, su perfume inundó la sala de mi casa y por si no fuera poco, realmente me gustaba ese olor, así que suspiré notoriamente. Llevaba un short vinotinto y franela negra, con unos zapatos Nike blancos con azul, el estaba listo para ir a pilates, de hecho.

Yo estaba hecha un desastre, mi pelo rizado estaba recogido en una cola alta deshecha, llevaba una franela dos tallas más grandes y un mono de pijama desgastado.

—¿por qué no contestaste mis mensajes? —preguntó y se cruzó de brazos.

—No me apetecía. —también me crucé de brazos.

Entrada Solo Para Bonitos || Mason MountDonde viven las historias. Descúbrelo ahora