La pasión que nos une.

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Nadie lo suponía por mi trabajo, pero el contacto físico me hacía sentir incómoda. Tocarle las manos a desconocidos —e incluso conocidos— me parecía desagradable. Desde pequeña había pasado por eso y aunque por supuesto he tenido que lidiar con esa situación porque la gente no lo sabe, no dejaba de incomodarme. En los últimos días le había dado la mano a un sinfín de personas y otras miles me habían dado besos en las mejillas, era agotador.

Por otro lado y cambiando radicalmente el tema, si algo estaba claro de este país, era lo intensos que eran los hombres con el deporte, especialmente con el fútbol. ¿Me molestaba? No realmente, porque no podía importarme menos ese deporte.

Venía de una familia la cual adoraba el béisbol, crecí con eso en mi y efectivamente había heredado el mismo gusto, así que podrías preguntarme lo que fuese acerca de eso y te lo respondería sin dudar. Pero acá no era muy común ese gusto, así que no solía hablar de mi gusto por ese deporte en específico. Desde mi terrible primer encuentro con la estrellita del equipo nacional, no lo había vuelto a ver en persona, pero por mera casualidad empezó a aparecerme por todos lados.

Resulta que era centrocampista del Chelsea, lo supe cuando viendo un podcast en YouTube, me apareció una recomendación del canal oficial del equipo, y por si no fuera poco, su Instagram me apareció en sugeridos para seguir. No voy a mentir, por supuesto que lo stalkee y busqué información acerca de él.

Tenía veinticuatro años, lo cual lo hacía cuatro —casi cinco— años mayor que yo, aunque no sé en donde, porque se comportaba como todo un teenager. Tenía millones —literalmente— de seguidores en Instagram y era muy querido, bla, bla, bla. Lo típico. Me parecía un chico majo, era indudablemente bonito pero bueno, creo que no lo había conocido de la mejor forma, si de algo estaba segura era de que yo si daba segundas oportunidades, así que si por casualidad volvía a ir a la estética, le daría una segunda oportunidad para conocernos, capaz y algo más...

Este es el asunto: ¿quiero una pareja? Para nada, no me interesa un compromiso de ninguna manera que no sea entorno a mi trabajo. Tenía que concentrarme en ser la mejor de todas, en aprender nuevas técnicas, en reunir dinero y poder hacer algo grande. Eso era lo que quería, no a un chico que me estuviese robando tiempo que no tenía, no podía perder el tiempo desvelandome en llamadas cursis, en visitarlo y que el me visite, no quería darle explicaciones acerca de con quien me reúno, acerca de que estoy haciendo en el día, de porqué no respondo. No tenía tiempo para llorar preguntándome porqué ya no me ama y todas esas cosas que debes experimentar eventualmente en una relación. Estaba muy joven para eso.

Ahora, si me preguntas si quiero a alguien con quien pasar el rato, te diría que si. Cada uno a lo suyo y listo. Algo pasajero, de unas noches y ya. No había tenido novio, pero si había tenido ciertos arrebatos por ahí, y lo prefería, sinceramente.

El era perfecto, no vivía cerca, no tenía nada que hacer en mi lugar de trabajo porque —además de que no tenía idea de qué era lo que hacía, estaba segura— la gente iba a empezar a creer cosas y por su trabajo, era mejor mantenerlo todo en privado. Además de que sabía de fuentes cercanas*...

*cercanas: el chico que vivía al lado de mi casa en la adolescencia...

Que a los atletas les pedían encarecidamente que no andaran loqueando, ¿por qué? Porque la energía que necesitaban para ambos era la misma y si le ponías a uno, le quitabas al otro.

En fin, capaz y le acepto una salida solo si implica lo otro. No acepto citas para conocer a sus padres y sus sobrinas —bien lindas, por cierto—, o a sus hermanos y compañeros de equipo.

Pero aquí estaba, en el metro, divagando en una situación que por obvias razones no ocurriría, pero, ¿quién dice que crear fake scenarios está mal? Además de mi psicóloga, claro...

Entrada Solo Para Bonitos || Mason MountDonde viven las historias. Descúbrelo ahora