No tengo

97 2 0
                                    

Habían pasado alrededor de tres semanas desde aquel día en casa de Mason, había seguido yendo a sus entrenamientos y habían sacado varias fotos de ambos, por suerte no eran realmente comprometedoras, simplemente estábamos hablando o por ahí, porque seguíamos viéndonos fuera del campo.

De hecho, había pasado lo suficiente como para que ambas partes estuviesen satisfechas. Estaba abarrotada de citas, no tenía espacio en la agenda y las chicas también tenían un montón de clientas, mientras que los rumores de que Mason se iba del Chelsea habían disminuido, sus juegos habían mejorado y todo «gracias a Ava Parrington». Se sentía increíble estar llena de trabajo, pero me molestaba que lo vieran como si fuese un torbellino que destruía todo y luego se iba.

Resulta que Mason era otra persona cuando estaba fuera del público y de la cancha y la gente ni se lo imaginaba, no tenían ni idea.

En las últimas semanas habíamos quedado varias veces, no había pasado nada más que alguna insinuación, incluso uno que otro beso inocente pero era increíble estar con el. Me gustaba estar con el, verdaderamente. Era atento, servicial, absolutamente cómico y de hecho era sentimental, ya lo había visto llorar dos veces por películas. Ya sabía dónde vivía porque siempre me buscaba y me llevaba pero nunca había entrado a mi monoambiente, pronto lo dejaría subir, al fin y al cabo, éramos amigos.

—¿Dónde ubicamos a Mery Cho? —preguntó Mariah.

—¿Te parece el viernes 19? —dije comiéndome unas gomitas.

—Pero si apenas hoy es primero.

—No tengo más espacios disponibles, estoy a punto de empezar a trabajar los domingos.

—¡Ni se te ocurra! —dijo Andrea, entrando a la escena. —Ese es tu día con Mason.

—Basta. El lo entendería. —dije. —Además el tiene contratos millonarios, yo no.

—¿Qué más quieres? Suficiente con nosotras que somos incomprables. —dijo Mariah

—Y es suficiente, pero no puedo ir a comprar unos tequeños con tu cara.

—¿Los has probado? —preguntó Andrea.

—Son una genialidad. —dije. —Vino una clienta venezolana y de obsequio me trajo una cajita.

—La próxima vez que nos traiga a nosotras también. —Andrea se cruzó de brazos, molesta de mentira. —A mi me encantan, una chica que vive cerca de mi casa es venezolana y siempre me hace.

Usualmente este era mi horario de almuerzo, nunca lo saltaba porque si no comía a las horas perdía peso muy rápido y no me gustaba, con lo llena que había estado últimamente había dejado de comer tan seguido y solo merendaba algo, alguna galleta o té. Tatiana casi no podía venir a la estetica por la cantidad de pedidos que tenía que armar y Ralph nos traía ciertas comidas cuando podía. Ivanna ese día estaba con una paciente a horario de almuerzo, Mariah estaba en su hora de descanso, y Andrea y yo estábamos esperando a nuestras clientas. Sentía que todo estaba en el buen camino, me gustaba no tener tiempo para preocupaciones o tiempo libre aunque esa tarde, luego de atender a esta chica iría a una clase de pilates.

La clienta de Andrea llegó y Mariah terminó su hora, por lo que me quedé sola en la sala de estar. El clima estaba frío ese día, había pronóstico de tormenta eléctrica por esos días y no estaba preparada para eso, de hecho nunca lo estaba porque no me gustaban los truenos y los rayos, me daban miedo, cada vez que pasaban era una noche que no dormía, me llenaba de angustia y al día siguiente parecía un zombie de esos que de verdad te comerán hasta los nervios de la pierna izquierda. Además, ya me tocaba ir a visitar a mi abuela, así que tenía que irme con suficiente ropa, por si me agarraba la tormenta por ahí.

Entrada Solo Para Bonitos || Mason MountDonde viven las historias. Descúbrelo ahora