Bruno

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Estaba muy nervioso el día que fuimos al Mont Saint-Michel, me iba a declarar a Lía, iba a hacerlo y si aceptaba, iba a ser la mujer de mi vida, con la que me iba a despertar todas las mañanas a mi lado, la mujer a la que pondría el anillo el día de mi boda y la que iba a ser la madre de mis hijos, teníamos 15 años, pero lo tenía demasiado claro.

Llegamos, mientras que Lía bajaba del autobús con sus amigas yo intentaba dejar los nervios atrás, no sabía cómo, pero iba a hacerlo.

Al bajar del autobús fue como un impulso:

-Lía- la llamé nervioso.

-Dime- me contestó acercándose y dejando atrás a sus amigas.

-Yo...- me quedé bloqueado por momentos, pero tenía que hacerlo. La miré mientras me acercaba y de repente mis labios colisionaron con los suyos dejando rastro de un beso apasionado, nuestro primer beso.- Me gustas.- Se quedó callada, pero de repente nuestros labios volvían a estar juntos otra vez, no quería que se acabara nunca, quería que el tiempo se congelara ahí. Nuestros labios se separaron un centímetro.

-Bruno, me gustas desde el primer día que llegué a esa clase, de hecho me encantas.

-Ya somos dos- y nos volvimos a besar hasta que nos tuvimos que ir a ver aquel sitio.


Más allá de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora