9. El amor de mi vida tiene ojos dorados

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Solo un par de días antes de que Atsumu cayera bajo el hechizo de los Black Jackals, él era solo un joven desconfiado de 19 años con un trabajo de medio tiempo que odiaba con el ama y una terrible situación familiar que cada día se volvía más sofocante.

Siendo el joven adulto que ansiaba escapar de su pequeño pueblo perdido en el sur de Florida, Atsumu solo pensó en lo emocionante que sería dejar atrás toda una vida que no le gustaba para empezar una que sí lo hiciera incluso si tenía que empezar de nuevo.

Sí, bueno, quizá debió replantearse dos veces que no solo iba a ser emocionante, sino también estresante e iba a pasar hambre y todo tipo de situaciones considerando que de salir de un pueblito perdido ahora se encontraba viviendo en otro todavía más perdido a las afueras de Austin, Texas.

Cuando se dio cuenta, días después de salirse de su casa, se encontraba parado junto a la interestatal 81 levantando el pulgar, con una ligera capa de nieve sobre su cazadora, corriendo la tinta de un letrero de cartón que rezaba la palabra "Texas".

Así fue que después de seis días llegó a Taylor, Texas.

Taylor era un lugar silencioso, casi muerto. El único sonido era el que producía el viento al recorrer las calles vacías. Atsumu recuerda haberse asomado por varios escaparates de tiendas mientras leía uno a uno los letreros que había en los establecimientos que solicitaban algún ayudante de lo que fuera.

Por aquellos días Atsumu hacía trabajos de cualquier tipo pues esa era su forma de demostrarse también a sí mismo su grado de compromiso.

Y porque, bueno, necesitaba comer.

Desde ser el cajero de una tienda a la que casi nadie iba hasta el tipo que sacaba la basura y que tenía la mala suerte de que las bolsas fueran tan delgadas que terminaban rompiéndose y todo resbalaba sobre sus pies.

Fue duro al principio pero al menos sus pequeñas pagas le ayudaron a subsistir y a comenzar a alquilar un pequeño cuartito en el que apenas entraba. Eso, claro, hasta que la cosa empeoró —sí, claro que empeoró. ¿Creías que iba a mejorar? Pfff— y fue despedido por "problemático".

—Problemático su puta madre, ese hijo de puta me tocaba el culo cada que podía.

Todavía recuerda esa noche. Era invierno.

Y de algún modo había terminado sentado en la mesa de un restaurante jugado con una taza de café tibio recordando el puñetazo que había recibido en la mejilla pero también en el ojo morado que le había dejado de regalo al estúpido de su ex jefe.

Aunado al enojo, en ese momento estaba en aprietos, no le alcanzaba con lo que tenía para pagar el alquiler y tampoco es que le hubieran pagado la última semana luego de lo sucedido. Tampoco es que lo quisiera. No planeaba regresar a ese asqueroso lugar.

—Ah, esto es una mierda —se desparrama sobre la mesa.

No puede coger el poco dinero que tiene y gastarlo en una hamburguesa a pesar de que está en una estación de autoservicio. Al menos el café es gratis y le da la sensación de que tiene algo en el estómago hasta la mañana siguiente en que piense en algún plan.

Suspira. No puede quedarse ahí a dormir ni aunque quisiera.

Paga con un arrugado billete de 5 dólares. Espera a recibir el cambio antes de salir y comenzar a caminar esperando que la noche fría le aclare las ideas. No hay mucho qué ver en realidad hasta que llega a una tienda de muebles abandonada y...

Se detiene.

¿Esos son acordes de guitarra?

Desde la fachada todo está cubierto por periódicos y tablones. Sin embargo, al caminar un poco más, justo al callejón, ve que hay una vieja luz de neón azul parpadeando y apuntando hacia una puerta. Hay gente en el callejón. No mucha pero la suficiente como para indicarle, a medida que se acerca curioso, que se trata de un pub pequeño.

There's no way 【Haikyuu-SakuAtsu】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora