1. Despertando en el paraíso

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A diferencia de otros niños, a él no le gusta mucho exponerse a la luz del sol, lo cual es irónico porque la mayor parte del tiempo tiene que salir a explorar para no aburrirse.

Aunque viajando en una furgo camper ¿qué persona se aburriría?

Cuando abre los ojos, su ventana está levantada gracias a que papá ha alzado la puerta trasera de la furgoneta por completo. Sus vecinos van pasando, de hecho. Sayuri y su hermano le saludan llenos de arena regresando de la playa mientras los aún inactivos ojos de Miya Senri apenas parpadean y se acostumbran a la luz y a la sombra que le dan las palmeras directo en el rostro.

Mueve sus manos apenas para dar un corto saludo en respuesta y luego vuelve a estampar la mejilla contra las cobijas para dormir un poco más.

No lo dice casi nunca e voz alta pero el sonido del mar le relaja aunque aborrece el Sol.

Hoy está despertando cerca de la bahía y es increíble cómo hace apenas unas noches lo que envolvía a la furgoneta eran esas formaciones rocosas con forma de olas retorcidas en una combinación única de colores dramáticos como amarillos pastel, rosas y rojos. Era un pequeño desfiladero que parecían sacadas de un cuento de fantasía o de las revistas que papá va comprando y coleccionando en cada parada del pueblito o asentamiento en el que están.

Suspira, retorciéndose un poquito más entre las cobijas pero extendiendo una carismática sonrisa mientras oye las olas llegar a la orilla de la playa. Le trae tanta paz.

Sí. La corta vida de ocho años de Miya Senri ha sido así desde que nació.

Y es como vivir y despertar, cada mañana, en un paraíso.

O como vivir dentro de un cuento que se escribe día con día porque la dinámica del libro, según papá, es llenar todas las páginas en blanco tú mismo. Es como si fuese un diario donde relata todas sus aventuras y los lugares en los que está en compañía de papá.

—¡¡Miya Senri!! ¡¡O te levantas en este preciso momento o te quedas sin desayuno!! ¡¿Oíste?!

Sí, la corta vida de ocho años de Miya Senri ha sido así desde que nació.

Así como ya es costumbre el tirar las cobijas a un lado, sacudirse los cabellos rizados a una velocidad inhumana, todo para salir de la cama y obedecer al llamado para no hacer enfadar más a Miya Atsumu porque todavía no aprende a salir solo de la cama.

—¿Fiji Blue de nuevo? —Atsumu voltea a ver a su hijo de reojo con cierta indignación divertida aunque sin apartar completamente la mirada del frente pues viene manejando

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—¿Fiji Blue de nuevo? —Atsumu voltea a ver a su hijo de reojo con cierta indignación divertida aunque sin apartar completamente la mirada del frente pues viene manejando.

Miya Senri viene a su lado en el asiento del copiloto de la enorme furgoneta. Su asiento, a diferencia del de Atsumu, es un poco más alto luego de haberlo adaptado para que el niño pudiese ver mejor la carretera. Cuando Senri era un bebé, a Atsumu le causaba terror dejarlo en el portabebé en la parte trasera de la furgoneta que, si bien era el lugar más seguro a tener que llevarlo adelante con él, la furgo no estaba, aún, en las condiciones en las que hoy, gracias a su trabajo y esfuerzo, se encuentra.

There's no way 【Haikyuu-SakuAtsu】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora