8. Tal vez no necesitamos ninguna razón

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Camina por los pasillos con la espalda rígida y la cabeza hecha un caos.

Tiene más sudoración ahora que cuando va a ejercitarse al gimnasio tres veces por semana. Cuatro si le va bien y su agenda no está muy apretada, lo cual casi nunca ocurre.

En este momento tampoco está usando un molesto traje o corbata como para sentir que se asfixia debido a ello pero la sensación que siente es esa justamente. De verdad se está ahogando.

Bueno, en realidad no han pasado ni 16 horas desde que vio a Miya luego de ¿Cuánto? ¿8 años? Así que sí, puede que parte del nerviosismo y ansiedad que lleva sintiendo desde ese tiempo sea debido a eso.

No se lo saca de la cabeza pero sobre todo no deja de pensar en Senri y en-...

Llegar a su destino interrumpe sus pensamientos, al igual que la enorme puerta de parota que es lo único que lo separa de entrar al departamento de Kiyoomi y de que le de un ataque de nervios en el instante que lo vea.

Dios.

—Contrólate, Toya, haz hecho esto un montón de veces —se refiere a lo de mentir, aunque en ese momento no está mintiendo. Solo está...manteniendo un secreto. Sí, eso, un secreto.

Kiyoomi no tiene qué enterarse que vio a Miya, y la reciente llamada de su primo solicitándolo tan temprano al siguiente día en su departamento no puede estar ligado de ningún modo a que se haya enterado de ese encuentro. No hay manera.

En primera porque Atsumu sería el último en buscar a Kiyoomi él mismo como para quejarse de que había abordado a su hijo (para eso Miya tendría que decirle sobre la existencia del mismo) y en segunda porque estaban en los baños y no había nadie más alrededor en ese momento como para decir que un paparazzi los hubiera fotografiado. Al menos no en ese sitio.

Motoya eligió justamente ese lugar para almorzar con sus padres por el prestigio que tenía en cuanto a la seguridad. Uno de los sitios más frecuentados por gente famosa e importante debía su fama no solo al exquisito y exclusivo menú sino porque  el dueño (que seguramente es amigo de muchos famosos) había invertido suficiente dinero como para hacer de ese lugar algo seguro y ameno para sus comensales pero sobretodo para mantenerlos alejados del ojo público por unas horas.

Solo se puede estar ahí con reservación y aunque Atsumu no es famoso, iba con Sadayuki, así que...

Motoya detiene el trayecto de su mano con la llave digital que Kiyoomi le dio hace tiempo.

Solo él tiene otra copia. Kiyoomi le tiene la suficiente confianza como para habersela dado. Recordar ese detalle hace que frunza los labios y un sabor amargo suba por su tráquea y se instale en su garganta, además de que ese pensamiento que acaba de tener sobre Sadayuki lo está frustrando un poco.

Decide no pensar en eso. Ya se reunirá con él luego.

Se arregla la ropa, un poco el cabello también, respira tres veces seguidas en lapsos cortos antes de introducir su huella digital en el tablero de la puerta junto con la tarjeta.

Pero apenas abre la puerta los últimos acordes y entonación de una voz que reconoce cantando "Mr. Loverman" salen de un teléfono y los colores se le van del rostro.

—Dios...Ya lo viste —suelta como quien no creí posible lo imposible. Como quien ve algo en lo que antes no creía. Como quien se queda rígido ante algo que creyó nunca ocurriría.

Para su fortuna Kiyoomi no alcanza a oírlo. No es que Motoya se hubiese asegurado que su susurro apenas fuera audible para sí mismo, lo soltó sin pensar, pero menos mal fue de ese modo y no de un modo escandaloso porque lo siguiente que hubiera recibido no habría sido una mirada, habría sido un golpe.

There's no way 【Haikyuu-SakuAtsu】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora