7. No se debe decir mentiras

110 15 62
                                    

—¿Enserio vas a hablar con el CEO sobre Miya?

—¿Te parece que no estoy siendo serio? —Motoya se lo piensa y Kiyoomi, del otro lado de la línea telefónica, reconoce ese silencio. Tiene razón, prefiere que no diga nada. Él sabe auto sabotearse a sí mismo. Lo ha hecho durante la última década. El pensamiento que seguramente tiene su primo ahora de no creerle está justificado pero no lo quiere oír tampoco—. Cállate, mejor no digas nada.

Motoya se ríe del otro lado.

Es bueno, hasta cierto punto, que Kiyoomi reconozca lo bastardo que ha sido.

Que le de risa a Motoya la manera en la que constantemente se ataca a sí mismo cada que el nombre de Atsumu sale a relucir en alguna de sus conversaciones es algo suyo solamente. No lo hace con el afán de joderle más la existencia pero es algo natural.

Y para Kiyoomi no es la primera vez que lo hace. El reconocer lo mierda que es.

Antes de comenzar a ir a terapia, platicar con Motoya era el único medio por el que Kiyoomi podía desahogarse.

Aún teniendo algo con Iizuna, Motoya siempre supo que lo suyo con Atsumu era algo especial.

¿Que sí intentó muchas veces hacer entrar en razón a Kiyoomi? Sí, lo hizo, pero también muchas veces prefirió callar a ponerse del lado de Atsumu o defenderlo. No era su problema pero tarde o temprano las consecuencia de lo que su primo y el rubio habían iniciado los estaba alcanzando a todos ellos.

Tenía qué elegir.

Y eligieron mal.

Eligieron a conveniencia de ellos.

No es que ahora se la pase llorando de culpa mientras viaja en una camioneta blindada y de lujo junto a un chofer que le lleva a todos lados pero esa sensación agridulce de que a cambio sacrificaron algo (Él, una amistad. Kiyoomi, posiblemente al amor de su vida) sigue ahí. Constantemente recuerda eso cada vez que ve a Kiyoomi ser infeliz pero hasta su primo admite que se lo merece y que es parte de la culpa que está pagando.

Las pocas veces que lo ve sonreír ha sido por logros que ha tenido la banda o cuando de verdad algo bueno sucede en su vida de forma efímera como para que olvide, por momentos, lo desgraciado que ha sido y lo que sus acciones provocaron en el pasado y ahora afectan su presente.

Motoya no sabe si de verdad su primo lamenta su vida a tal grado de querer rebobinar todo para volver a empezar pero quizá si se hubieran dado las cosas de otro modo entre Atsumu y Kiyoomi...

—¿Qué harás si Iizuna interviene?

—Hablas como si fuera una posibilidad el que yo le deje hacerlo.

Motoya guarda silencio.

No dice nada.

Y Kiyoomi vuelve a entender lo que significa ese silencio.

No lo culpa. Durante casi una década estuvo en un ir y venir con Iizuna, dentro una relación sumamente tóxica en la que al día de hoy no entiende cómo fue que soportó tanto.

Las veces que terminaron fueron proporcionales a las veces que Kiyoomi le dijo a su primo que "esta vez es la definitiva". Nunca lo fue hasta hace dos años atrás. En los que Kiyoomi finalmente logró soltarse de esas cadenas directas. Y aunque hoy día tiene que seguir topándose con Iizuna por ser un ex miembro de la banda y el hijo de su jefe, finalmente siente que puede respirar, un poco, por voluntad y no por obligación aunque sabe que parte de su corazón siempre estará incompleto sin Atsumu.

Así que no culpa a Motoya —ni a todos en general— de no creerle pero sabe que debe haber algún mérito ahora por estar despertando, aunque para algunos sea considerado muy tardío.

There's no way 【Haikyuu-SakuAtsu】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora