Para el chico de la tez blanca.

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El camión arrancó y no tuve otra opción más que pagar y recorrer el pasillo en busca de un espacio libre.

Comencé a buscarte.

No estabas enfrente.

No estabas atrás.

Cuando logré mantener el equilibro en el pequeño espacio que me había tocado, justo del lado derecho del pasillo.

Resginada a buscarte,

Alguien carraspeo a mi lado.

Y no, no eras tú.

Un señor de avanzada edad me hizo señas para que me moviera.

Al hacerlo, te vi.

Estabas justo a mi lado.

Específicamente hablando, estabas del lado izquierdo del pasillo.

La poca luz que las nubes dejaban pasar, provocaban que tu rostro se viera aún más blanco de lo que era.

Tenías la tez blanca, en ese entonces.

Nuestras mochilas, que aún colgaban en nuestra espalda, chocaban.

Cubrían el espacio restante del pasillo.

Te miré,

Me miraste.

Te sonreí,

Y nos movimos para dejar pasar a las personas.

La sincronización había sido tan perfecta que parecía que nuestras mochilas eran una puerta de vaivén.

No fue la única vez que lo hicimos.

Y no fue la última vez que vi como tus ojos se achinaban al reír.

Para el chico de la mirada perdida:Donde viven las historias. Descúbrelo ahora