Piratas del caribe: en el fin del mundo

La Casa Azul

Al salir el sol, Eco Swann y su tripulación se encontraba volviendo de sus trepidantes aventuras de nuevo a Herea, donde Dolores estaría esperando a las jóvenes piratas.
Se supondría que tenían una cena para conmemorar que habían llegado sanas y salvas, como siempre hacían desde la primera vez que habían dejado puerto. Además la tripulación del Clitemnestra tenía buenas noticias para toda la población del puerto.

-¡Estamos llegando!- dijo Filo desde el palo mayor.

Una sonrisa se formó en la boca de Eco mientras respiraba profundamente ansiando llegar a su casa y dormir en su cama. Además echaba mucho de menos a Dolores a la que, después de dos años, consideraba una madre.

-¿Emocionada?- preguntó Preciosa mientras subía las escaleras para llegar al timón donde se encontraba Eco.

-Siempre me emociona volver aquí- le dije yo con una sonrisa entrecerrando los ojos por el sol.

Preciosa le devolvió la sonrisa para mirar hacia el horizonte donde ya en el puerto de Herea se veía a los marineros trabajar alrededor de decenas de casas blancas que invitaban al sol a brillar en ellas.
Eco se sentía en su hogar allí. Agradecía mucho haber conocido a estas chicas que se convertirían en su tripulación luego de dos años de llegar a Herea. Agradecía incluso a Jack Sparrow por mostrarle lo mucho que le gustaba el mar y lo buena capitana que era.

-Hemos llegado, chicas- dijo Isabel preparando todo para bajar. Siempre que volvían, ella era la primera en desaparecer ya que tenía una gran familia a la que echaba mucho de menos.

-Tenemos cena con Dolores, no os olvidéis- dijo Eco mientras se ayudaban a sacar las cosas del barco. Todo el puerto se acercó para ayudar y felicitar por una vuelta exitosa. Les daban abrazos y besos. Eran muy queridas y respetas por todo el mundo en Herea y ellas estaban muy agradecidas por ello.

Rápidamente se hizo el silencio y se abrió un hueco entre toda la muchedumbre. Dolores a paso rápido se acercó a las muchachas para besarlas y abrazarlas mientras ellas se quejaban por tanto besuqueo. Y aún así sonreían a la pirata más mayor.

-¡Un mes fuera, benditas!- dijo ella mirando a Eco que se encontraba en el medio- Me habéis dado un susto de muerte. ¡Os ibais a ir solo dos semanas!- dijo ella llevándose las manos a la cabeza- Eco, ¿donde está tu sombrero, querida?- preguntó apresuradamente a la joven Swann. Eco siempre llevaba su sombrero, lo cuál sorprendió mucho a Dolores. Eco ante esto sonrió porque le estaba dando importancia algo que no lo tenia.
Dolores tenía la piel bronceada por el sol e ir siempre de acá para allá controlando que todo estuviera bien en Herea, aunque siempre lo estaba pues eran muy pocos habitantes y se llevaban bien entre ellos. Tenía el pelo castaño y los ojos del mismo color. Después de retirarse de la piratería siempre llevaba faldas aunque se había permitido contarles a las chicas que antes llevaba ropa de pirata y se la había enseñado. Ahora lo tenían las chicas repartida por sus casas. Lo que nadie podía negar, y si le preguntabas a cualquier persona del pueblo te lo afirmarían, era que Dolores era una bellísima persona. Además su cara amable le ayudaba con eso, aunque también se podía poner dura.

-Loli, tenemos muchas, muchas cosas que contarte- dijo Eco cogiéndole las manos para dar énfasis- Mi sombrero está en mi baúl porque hacía viento y me lo quité-.

Dolores hizo un gesto de alivio y enganchó del brazo a las dos que tuvo más cerca mientras las demás se enganchaban sucesivamente y se marchaban. El resto de la tripulación y los piratas de los alrededores se quedaron vaciando el barco y transportando todo para llevarlo a La Casa Azul donde vivían Dolores, Eco y Filo. Esta era la única de todas las casas de Herea que no era blanca, lo que hacía llamar la atención a cualquiera que la viera. Cuando Eco le preguntó a Dolores años atrás, el motivo de esto ella le dijo que simplemente así todos los ciudadanos podrían ver su casa y acudir a ella. Porque sí, Dolores era la gobernadora pirata de Herea.