Capítulo 2

147 16 0
                                    


POV Harry

Mi entrada a Hogwarts marcó un punto crucial en mi vida. Habían pasado dos años desde que James recibió su carta, y finalmente había llegado mi turno. La emoción de ingresar a la escuela de magia era innegable, pero las cosas habían cambiado, o más bien, James había cambiado. Las bromas y las travesuras que antes me hacían reír ya no me parecían graciosas. Había algo en la actitud de los Merodeadores, el grupo al que James pertenecía, que comenzaba a inquietarme.

Adentrarme en el mundo mágico me hizo más consciente de las tensiones políticas que comenzaban a agitarse. Los susurros de los Mortífagos y la creciente amenaza de Lord Voldemort eran temas que todos hablaban en voz baja. Dumbledore, el director de Hogwarts, estaba tomando medidas para alinear a las familias de la luz y unirlas contra esta oscuridad que se cernía sobre nosotros.

Sin embargo, a medida que me involucraba más en la política y las luchas en curso, me di cuenta de que las opiniones de Dumbledore y las mías diferían significativamente. Lo que había imaginado que sería una lucha justa contra las fuerzas oscuras comenzó a parecer más complicado. Dumbledore, a quien había visto como un líder de la luz, se revelaba como un manipulador astuto.

Mis dudas y confusiones se profundizaron a medida que avanzaba mi tiempo en Hogwarts. La vida en la escuela mágica no era lo que había esperado. Mientras que anhelaba una experiencia escolar llena de magia, amistades y aventuras, me encontraba cada vez más atrapado en un mundo de intrigas políticas y diferencias ideológicas.

El día en que recibí mi carta de Hogwarts finalmente llegó, y aunque la emoción era palpable, había un matiz de ansiedad en mi corazón. Sabía que mi tiempo en la escuela de magia marcaría un nuevo comienzo en mi vida, pero también significaba que me adentraría en un mundo lleno de secretos y peligros que ya había experimentado en mi vida anterior.

En el andén 9 y 3/4 de la estación de King's Cross, me encontré con James, que ya estaba en su tercer año en Hogwarts, y con su amigo, Sirius Black. Ambos parecían haber cambiado desde mi infancia. Sus bromas eran aún más atrevidas y sus comentarios mordaces se dirigían a las serpientes, una referencia a los Slytherins, que me dejaron un sabor amargo en la boca. Era evidente que se burlaban de ellos y que compartían una actitud desdeñosa hacia los Slytherins, como si fueran todos iguales.

Me sentí abrumado por la complejidad de las dinámicas en Hogwarts. Recordé a mi futuro yo, que también había pertenecido a Gryffindor y había sido testigo de la rivalidad entre las casas. Sin embargo, en ese momento, me di cuenta de que había sido cegado por el prejuicio, el mismo prejuicio que había condenado a Draco Malfoy y a otros Slytherins en mi vida anterior.

El recuerdo de Severus Snape y la forma en que lo había tratado, siguiendo los pasos de mi padre, se me hacía dolorosamente claro. Snape había tenido razón en muchas de sus acusaciones sobre James y sus amigos. Me di cuenta de que había estado actuando como un idiota, siguiendo el camino que ya conocía. Había perpetuado el conflicto sin comprender realmente el trasfondo de las rivalidades en Hogwarts.

Mientras nos acercábamos al tren, mi mente se llenó de preguntas y dudas. Sabía que Hogwarts no sería el lugar de ensueño que había imaginado, y me pregunté si podría encontrar la forma de cambiar el rumbo de las cosas. Mi entrada a la escuela de magia marcaba el comienzo de una nueva aventura, pero esta vez estaba decidido a ser más consciente de las complejidades del mundo mágico y a cuestionar mis propios prejuicios.

El andén 9 y 3/4 estaba lleno de familias y estudiantes que se preparaban para abordar el Expreso de Hogwarts. Mi padre, Charlus Potter, se inclinó hacia mí y James con una sonrisa afectuosa mientras nos despedíamos de él y de nuestra madre, Dorea Potter.

"Estoy seguro de que ambos serán grandes Gryffindors, como todos los Potter antes que ustedes", dijo con orgullo.

James asintió, apoyando la afirmación de nuestro padre. "¡Sí, eso espero! Gryffindor es la mejor casa, ¿verdad, Harry?"

No pude evitar sentir la presión de sus expectativas, pero sonreí y asentí. "¡Claro, James! Gryffindor es increíble."

Nuestra madre nos dio un abrazo afectuoso antes de añadir: "Solo recuerden que lo más importante es ser ustedes mismos y encontrar su lugar en Hogwarts".

Mientras esperábamos para abordar el tren, James, junto con su amigo Sirius Black, comenzó a hacer comentarios sobre los Slytherins, alegando que eran todos malvados y traicioneros. En un momento, Sirius hizo un comentario sarcástico sobre cómo los Slytherins deberían estar "muertos", lo que me dejó abrumado e incómodo.

"No sé si todos los Slytherins son malvados", murmuré en voz baja, casi para mí mismo.

James me miró, sorprendido por mi comentario. "¿Qué dijiste, Harry?"

Tragué saliva y repetí con más firmeza: "No creo que todos los Slytherins sean malvados. No podemos juzgar a alguien por su casa". Dije recordando aquellos slytherins que dieron su vida en la batalla de hogwarts.

Sirius y James se rieron un poco, pero su respuesta fue un simple "Buen punto, Harry". Sin embargo, pude ver en sus ojos que mi opinión era una excepción, y me sentí un tanto aislado en ese momento.

Mientras subíamos al tren, las palabras de Sirius seguían resonando en mi mente. El Expreso de Hogwarts comenzaba a avanzar por los raíles, vi a James y Sirius alejarse en busca de sus amigos. Se despidieron de mí con una sonrisa, prometiendo reunirse más tarde en el tren. Me quedé solo en un vagón, mirando por la ventana mientras los paisajes pasaban velozmente. El sonido rítmico de las ruedas sobre los raíles llenaba el ambiente, y el tren se llenaba con el zumbido de la emoción y el murmullo de los estudiantes.

Me senté en silencio, sumido en mis pensamientos. Era extraño estar solo en un lugar que se suponía que debía ser un lugar de encuentro y amistad. Sentía una mezcla de emociones, desde la ansiedad por lo que vendría en Hogwarts hasta la soledad que había experimentado desde que llegué a esta nueva vida.

El tren avanzaba, y podía escuchar las risas y las conversaciones de los estudiantes que pasaban por el pasillo. Todos parecían tener amigos y compañeros con los que compartir la emoción de comenzar un nuevo año en Hogwarts. Me sentía fuera de lugar y, por primera vez, me cuestioné si realmente encajaba en esta nueva realidad.

Mientras el tren avanzaba hacia la escuela de magia, mi mente se llenaba de pensamientos y recuerdos. Me sentía abrumado por todo lo que había experimentado en mi vida anterior y por las diferencias que estaba encontrando en esta nueva vida. Recordé a Draco Malfoy y cómo lo había tratado en mi vida pasada, sin comprender realmente las luchas y desafíos que enfrentaba como Slytherin.

Las palabras de Severus Snape resonaban en mi mente. En mi vida anterior, lo había considerado un enemigo, pero ahora comenzaba a darme cuenta de que quizás había tenido razón en algunas de sus acusaciones. Me había comportado como un idiota, siguiendo a mi padre y perpetuando la rivalidad entre las casas sin entender realmente las complejidades del mundo mágico.

Mientras el tren avanzaba y las sombras se cernían en el vagón, me sentí perdido en mis pensamientos y en mi propio mundo. Sabía que tendría que encontrar mi camino en medio de las complejidades de Hogwarts, pero no estaba seguro de por dónde empezar. La soledad del vagón se hizo más evidente mientras me preparaba para el nuevo capítulo que se avecinaba en mi vida en el mundo mágico.

El ascenso del FénixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora