8.Muñeca

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-Oh vamos, Jared. Ya dime a dónde vamos. Por favor.- Alargo la última silaba a modo de súplica, ganándome una pequeña carcajada ahogada de su parte. Estamos en el auto de Jared rumbo hacia Dios sabe dónde hace casi media hora, y por si fuera poco, en el momento en que subimos, me ha vendado los ojos con un pañuelo negro.

-Aguanta, muñeca. Ya casi llegamos.- Suena divertido.

-¿Cómo sé que no estás secuestrándome?- Pregunto, solo un poco en broma.

-No lo sabes.- Replica. Su diversión es exasperante.- Así que deberás confiar en mí.

Resoplo resignada y me recuesto contra el asiento.- Por lo menos, ¿puedes darme una pista? Odio las sorpresas.

-Creo que lo he notado.- Si pudiera verlo, estaría mirándolo feo. Creo que lo notó, porque rápidamente continua.- Mmm...- Piensa por un instante.- Es un lugar en el que nunca has estado.

-¿Londres?- Bromeo.

Jared ríe. Justo entonces, el terreno por el que conducimos cambia cuando él dirige el auto hacia la derecha, provocando sacudidas en nosotros. Luego de varios metros, el motor se apaga y escucho como Jared abre su puerta. De repente, siento la brisa de verano cuando mi puerta es abierta, trayendo consigo un aroma silvestre que me resulta algo familiar. Jared toma mi mano con una delicadeza sorprendente y me ayuda a bajar del auto.- Espera aquí, muñeca.- Suelta mi mano mientras se aleja. Luego de unos instantes, se escucha como cierra una puerta y toma mi mano nuevamente.- Tú sólo sígueme.- Ruedo los ojos bajo el pañuelo, es tan mandón. Mientras comenzamos a caminar, me doy cuenta que estamos sobre pasto, y por el silencio que hay, supongo que estamos en los campos de las afueras de la ciudad.- Llegamos.- Aún sin verlo, sé que está sonriendo. Jared nos frena a ambos y suelta mi mano. Unos instantes después, siento como se dirige detrás de mí para desatar el pañuelo. Antes de soltarlo completamente, se acerca a mi oído.- ¿Lista, muñeca?- Susurra, causándome escalofríos.

-Hazlo ya, Jared.- respondo divertida e impaciente.

Riendo por lo bajo, suelta el pañuelo y lo deja caer, liberando mis ojos. Tardo un momento en acostumbrarme a tanta luz repentina, pero lo que veo luego ante mí me deja fascinada. Estamos junto a un árbol enorme, lleno de flores rosas, el cual es uno de decenas, tal vez cientos de árboles iguales a este que nos rodean, con el sonido de las aves haciendo eco a través de mis oídos. Al pie del gran árbol hay una canasta de mimbre demasiado femenina para ser de Jared, con una manta blanca plegada cuidadosamente sobre ella, ocultando su contenido.- Vengo aquí cada vez que puedo.- dice él tímidamente.- Esa canasta pertenecía a mi madre,- apunta hacia ella, confirmando mis anteriores pensamientos.- la usábamos cada vez que veníamos aquí. Mis padres nos traían a Kyle y a mi cuando éramos niños.

Así que por eso el aroma me resultaba familiar. Éste es el aroma a Jared: un aroma silvestre, natural, libre.

-Es increíble.- Murmuro fascinada, observando todo el lugar.

-Cuando mis padres murieron,- Continúa, perdido en sus pensamientos.- comencé a venir aquí casi a diario, a veces con Ky, pero la mayoría de las veces sólo. Aquí siento que puedo encontrar algo de paz, pero no he encontrado un lugar al que pertenezco en mucho tiempo.- finaliza, observándome con atención.

-Este lugar es hermoso, Jar. ¿Por qué me has traído aquí?

Jared sonríe deslumbrante y se acerca a mí, luciendo claramente emocionado. Me observa fascinado, con nuestros rostros a sólo centímetros.

-¿Qué sucede? ¿Por qué sonríes así?- Es imposible seguirle el ritmo a este chico.

-Me has llamado "Jar".- Sus ojos se iluminan.- Nadie además de Kyle me ha llamado así en años.- Se acerca a mi oído y susurra.- Pero cuando lo dices tú suena aún más sexy. Me ruborizo al instante mientras él se aleja un poco.- Y contestando tu pregunta,- continúa sonriente.- te traje a este lugar porque he pasado los últimos tres meses pensando en la sonrisa de la chica rubia que adora la pizza de tomate, y cada vez que tenía tiempo, venia aquí a pensar en ella.- Abro mucho los ojos ante su respuesta, pero no me da tiempo a decir nada.- Además, dijiste que querías conocerme, y esto es parte de lo que soy. Aquí puedo ser yo mismo, y quiero compartirlo contigo, con la chica que se ha colado en mis sueños desde el primer día que la vi y que no he podido sacar de la cabeza.- Dice esto último tomando mi rostro en sus manos, acariciando mis mejillas con ternura.

Made in BrooklynDonde viven las historias. Descúbrelo ahora