prólogo: la huida

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—Mi señor, el soldado sagrado Luke escapó de su celda.— se oyó una voz temblorosa decir, su voz rebotando por las paredes del castillo de piedra.

El rey Kaius alzó la mirada, su expresión pétrea. Posó su mano sobre su barbilla, sus ojos azules intensos encima del sirviente que le comunicaba la peor noticia posible. El mejor soldado caballero había logrado escapar de las mazmorras del palacio, algo que - hasta ahora - era considerado imposible.

El sirviente se encogió, esperando recibir algún tipo de paliza por parte de su jefe, pero sorprendentemente su amo ni se molestó en moverse del trono.

—Por favor, ya no es un soldado sagrado. Llámalo por lo que es, un sucio traidor.— ordenó con calma en su voz.

Sorprendentemente, no había un ápice de rabia en la voz del rey. El sirviente se sorprendió ante esta reacción inusual, ya que el rey Kaius era un hombre propenso a sufrir ataques de ira cuando las cosas no salían a la perfección.

El sirviente quiso apaciguar a su rey haciéndole preguntas.

—Mi rey, oh, mi querido rey... ¡Qué pena que ese estúpido haya querido traicionar al rey más grandioso que hemos tenido! ¿Qué debemos hacer cuando encontremos el prisionero?—

—Matadlo.— ordenó, su voz tan fría y grave como siempre. —Nadie sale de Arcanara, con vida al menos. Ni siquiera mi propio hijo.—

Un chico de veintiséis corría por el bosque encantado. Iba en dirección al árbol de la vida - la única forma de escapar de Arcanara. Aunque este árbol realmente no tenía tanta vida como en los viejos tiempos - cuando el rey Kaius aún no tomó control de Arcanara.

Sabía que los sirvientes y los demás soldados se habrían percatado de su ausencia, y por ello corría tan deprisa. Pasó por medio de las zarzas, arañándose con todas las ramas y pinchos por el bosque. Sus brazos sangrantes no le detenían, sino le hacía correr aún más rápido, porque sabía que sufriría peor dolor si acaso fuese atrapado de nuevo.

Las trompetas del palacio comenzaron a sonar - habían descubierto su huida.

—¡Mierda!— gritó el joven desesperadamente.

Le quedaban apenas unos metros para llegar al árbol. Unos arañazos más y por fin podría escapar del reino, escapar de la prisión que el rey llamaba 'reino'. Hacía veinte años que las hadas de Arcanara no salían, ya que cerraron el portal y prohibieron la entrada y salida de cualquier residente.

Pero Luke, el soldado sagrado, logró encontrar una manera de volver a activar el árbol. Tenía mana suficiente para poder atravesar el espejo y cerrarlo instantáneamente. De su cuello colgaba un péndulo que albergaba este poder, y gracias a él podría huir de su padre.

Finalmente, tras lo que parecía ser una eternidad, logró alcanzar el árbol. El joven soldado pudo trepar con una sola mano las escaleras de madera antiguas que crujían bajo sus pies, su físico atlético se lo permitía.

En el centro del árbol yacía el espejo que le dejaría atravesar el mundo real. Antiguamente, las hadas del reino salían al mundo real en busca de nuevas aventuras, de dar alegría al mundo tan aburrido, de cambiar las estaciones...

Lo que antes era un árbol fluorescente con vida y calidez ahora era un árbol vacío, frío y podrido. Aún así, el espejo sagrado seguía intacto en el mismo lugar que se dejó, sin un rasguño.

—¡Luke! ¡Détente!— gritó una voz familiar.

Luke casi alcanzó el espejo, pero se dio la vuelta al oír aquella voz, encontrándose con un pájaro real aterrizando sobre una de las ramas del árbol. El soldado montado sobre el pájaro se quitó el casco, dejando su pelo largo caer.

—¡Brock!— exclamó Luke.

Brock, el soldado, tiró su casco de forma agresiva contra el suelo de madera, el cual rebotó ligeramente.

—¿Es que se te ha ido la cabeza?— preguntó Brock. —Sabes muy bien que Papá jamás te haría daño.—

—¡Estuve en la celda tres días sin comida!— espetó Luke.

El joven chasqueó la lengua, como si lo que fuese a decir era obvio.

—¡Solo como castigo!— replicó. —¡Te iba a dejar salir hoy! No debes huir.—

Luke se apretó el péndulo que llevaba colgado de su cuello.

—Sabes muy bien que Papá no es un hombre razonable, y sabes lo que hace con cualquier persona que considera traidor.—

Brock suspiró, llevándose las manos a la cabeza. Sí que sabía, lo sabía muy bien. Cualquier persona considerada traidor, por muy mínimo que fuese aquella traición, desaparecía por completo. Ninguno de los hermanos sabía qué hacía exactamente para deshacerse de las hadas, y no se atrevía a preguntar.

—¡Deja de cometer locuras y quizás tendrá piedad contigo! No puedo perder a otro familiar más. Papá y tú sois los únicos que me queda.— suplicó Brock, agarrando la mano de Luke.

Luke aparto la mirada. Su hermano Brock era el hijo fiel, el "heredero" al trono de Arcanara. Jamás traicionaría a su padre, le tenia demasiado respeto y amor, por eso no se esperaba otra cosa de él.

—Aún así proteges al hombre que hizo desaparecer a nuestra madre.— espetó Luke.

La expresión de Brock cambió radicalmente al escuchar el nombre de su madre. La rabia se apoderó de su cuerpo y le pegó una patada a su hermano herido. Luke logró mantenerse de pie, tropezándose hacia atrás hasta aterrizar sobre el espejo. Agarró el péndulo que colgaba de su cuello y lo alzó.

Con un movimiento rápido, Brock logró cortarle el abdomen superior. Luke soltó un aullido de dolor que se oyó por todo el bosque.

—¡No! ¡No te vayas!— exclamó Brock.

Con un movimiento veloz, rompió el espejo con el péndulo. El artefacto comenzó a brillar, los trozos de cristal comenzaron a levitar poco a poco hasta engullir a Luke por completo con su luz. Brock intentó detener a su hermano agarrando su brazo, pero se echó atrás al sentir su brazo arder.

En un abrir y cerrar de ojos Luke desapareció, dejando en su lugar varios pedazos de cristal roto.


¡Hola! Espero que os guste el prólogo del libro :)

Lamentablemente, he estado sufriendo de ansiedad hasta el punto donde me he visto en Urgencias. Pronto empiezo una mudanza debido a esta ansiedad, y me imagino que no podré actualizar mucho.

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Ig: librosgeeky

El Regreso de la Princesa HadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora