capítulo 2 - la comida

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—Oh, vaya... Pero si es Cedric.— dijo la madre, actuando estar sorprendida ante la presencia del chico.

—¡Tú lo sabías!— le acusó, señalándole con el dedo. —¿Por qué le has preparado otro plato entonces?

Su madre suspiró al ser pillada.

—Lo siento. Le invitó tu padre anoche, no sabíamos que ibas a estar tan disgustada.— explicó.

—¡Dile que vuelva a casa!— ordenó la joven, pisando el suelo con fuerza.

—No puedo hacerle eso al pobre chico. Mira, viene con un pequeño regalo para ti.— señaló.

La puerta principal se abrió de golpe, se pudo oír las pequeñas risas y murmullos de los dos hombres junto al sonido de las botas sobre la madera. Ainsley puso una mueca de disgusto, cruzándose de brazos. No podía ni mirarle a la cara a su madre debido al engaño y la traición que sentía.

La primera persona que entró en la cocina fue su padre, quien tenía una sonrisa y una bolsa rellena de pan y bollos. Los posó en la encimera inmediatamente, dándole un pico en la mejilla a su mujer. Después, abrió los brazos para abrazar a su querida hija, quien tenía la mirada clavada en él.

—Traidor.— susurró lo suficientemente alto para que su padre escuchase.

La figura alta y delgada de Cedric se acercó a ellos, posando una mano sobre el hombro de la chica. La joven sintió un escalofrío.

—¡Felicidades, Ainsley!

La voz del chico ahora era grave, no tan aguda como cuando eran niños. Los dos apenas se conocían, pero sí que se acordaba de la manera que sus hermanos y él se metían con ella cuando era más pequeña. Cada vez que bajaba, intentaban tirar de su collar para así dejar expuesto su cicatriz. Quizás, por esa razón, le tenía tanto asco.

—Hola.— dijo, su voz cortante.

—Te he traído un regalo.— comentó, sacando de su cesta lo que parecía ser una barra de pan envuelta con papel de cera. —¡Pan de almendras!

El pan de almendras era el tipo de pan favorito de la chica, apenas lo preparaban en la panadería, era algo exclusivo. Aún así, la expresión pétrea de Ainsley no cambió, su mirada aún clavada en el joven.

—Gracias, supongo.

Se notó cierta incomodidad, el chico comenzó a sudar y a sentirse obligado a seguir la conversación.

—¿Cuánto cumples hoy?— preguntó, aunque él ya sabía la respuesta.

No hubo contestación por parte de la joven, ella seguía observándole sin decir ni una sola palabra, cruzada de brazos. Había tanta tensión que el silencio se volvió palpable en la habitación. Cedric parecía querer morirse, sus padres se miraban los unos a los otros con nervios y preocupación. Tanto, que sentían la necesidad de intervenir.

—Hoy cumple veinte años. Venga, Ainsley, dale un abrazo.— le animó su padre.

Ainsley se dio la vuelta.

—Paso.

—¡Vamos a comer!— interrumpió su madre.

La comida, como siempre, estaba riquísima. Cedric repitió tres veces, halagando siempre la increíble habilidad que tenía para cocinar. Ainsley se pasó todo el rato con la cuchara, jugueteando con el caldo del guisado, ignorando todo aquello que se comentaba a su alrededor. El único momento que alzó la mirada era para observar a Cedric repitiendo plato de nuevo, preguntándose cómo un chico que comía tanto estaba tan delgado. Cedric notó esta mirada y lo aprovechó.

El Regreso de la Princesa HadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora