23.

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De acuerdo.

Admito que lo extraño.

Un poco a su sonrisa, que dejaba salir cada vez que yo hacía un gesto que le parecía gracioso o cuando me hablaba de sus compañeros de la plantilla. Admito que extraño un poco quizá, a la manera en que me miraba, y abanicaba sus pestañas, como si existiera algo realmente interesante en mí para ver, algo que todavía me parecía un enigma. Y a sus gestos desinteresados conmigo, la manera en que parecía importarle la mínima cosa que a mí me hiciera sentir mejor.

Manejaba los casi sesenta minutos en el tráfico tan sólo para traerme algo para comer, que cocinaba él mismo, o simplemente para recogerme y llevarme a casa.

Nunca me pidió nada a cambio, incluso cuando hablamos sobre una cita de verdad, no sentí que pudiera compensarle todo lo que había hecho por mí, tan solo con una cita.
Se requerirían cien de esas citas para alcanzar a sentir que podría ser suficiente.

Sin embargo, cuando por fin se animó a hablarme de una cita, me negué, y hui.

Y aunque hubieran pasado unos días, desde que Eddie dijo haberlo visto algo apagado al igual que yo —en los entrenamientos, cuando tomaba sus sesiones de recuperación, alejado del resto—, todavía seguía imaginándome su rostro, cómo habría lucido su expresión, y si todavía seguía pensando en mí. Si no me odiaba por lo que había hecho.

Era frustrante que todas nuestras únicas interacciones habían sido en el hospital, porque era el sitio al que acudía casi a diario. Me resultaba imposible no verlo en los pasillos, o en el elevador en el que le cubrí el rostro con una chaqueta una vez. Incluso la comida me recordaba a él y a su obsesión por lo nutricional.

Al salir, y tener que tomar el bus, también lo recordaba, y seguía enojada conmigo misma porque, sabía que todo esto me lo merecía. El bendito karma.

En la tarde mientras tomaba mi último bus hacia mi departamento, más temprano que la última vez, pensé en la idea de bajarme antes de mi parada, en el camp nou, donde nos conocimos. Aunque sabía que allí no lo encontraría de todas formas. La idea de que mágicamente conectemos y vayamos a ese mismo sitio coincidentemente, me hizo sonreír.

Tampoco es que pudiera verlo al encender la televisión, porque todavía no se había recuperado de la lesión en su rodilla, y apenas aparecía en la banca, si con suerte algún camarógrafo decidía enfocar su rostro en las transmisiones. Aunque suponía que no le faltaba mucho para regresar a la cancha, en realidad, ya había cumplido ese mes de rehabilitación que habían prometido, y deberían haberlo puesto a entrenar con los demás hace bastante tiempo.

¿Acaso es que su lesión había empeorado, y por ende todavía no podía volver a los entrenamientos?

Balde llama a mi teléfono, puedo sentir la vibración mientras me quedo absorta viendo su nombre en la pantalla. ¿Debería contestar? La última vez que hablamos había sido en su apartamento. Y no tenía muchas ganas de conversar con nadie, no después del día agotador que había tenido.

Corto una vez y vuelvo a ver su nombre en la pantalla al cabo de un minuto.
Pienso en cortar una vez más, algo frustrada, pero al mismo tiempo me preocupa la insistencia con la que me volvió a llamar.

—¿Alex? —contesto.

—Alejandro —me corrige de inmediato—. Mira necesito de tu ayuda ahora mismo, por favor dime que estás en tu apartamento.

—Uh, no, pero iba de camino —trato de hablar alto, y que el ruido del ambiente no impida que se me escuche—. ¿Pasó algo?

—Nada, nada —responde—. Sólo que estamos a tope en el entrenamiento, y Eddie me acaba de pedir un favor urgente, he hablado con mi entrenador pero no me deja salir hasta las ocho.

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2023 ⏰

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