24. Carrusel de secretos.

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Estaba boca arriba sobre la cama, Bailey estaba recostado en mi pecho. Mi mirada en el techo, pensativa.

Tenía tantas cosas en la cabeza, aún no paraban de reproducirse las confesiones de Tania. Luego de descubrir un cuarto de la verdad de la vida de Diablo, Tania y yo nos dispusimos a olvidar la conversación. Pasamos una verdadera tarde de chicas, mi primera tarde de chicas. Nos estábamos convirtiendo en algo más que conocidas, y tenía el sentimientos instalado en mi pecho que ibamos a ser grandes amigas.

Pero eso había sido el día anterior, ya era un medio día nuevo y Diablo todavía no llegaba. Ya mas de un día fuera de casa y mi primera noche sin él, Tanía obviamente no pudo quedarse conmigo, pero no me preocupe. Pensé que al despertar Diablo estaría a mi lado, no fue así.

No puedo creer que lo esté extrañando tanto. Su olor estaba en toda su habitación.

Los ruidos que provenían de abajo me desconcentraron de mis lamentos. Y como siempre, me levante de sopetón haciendo que Bailey se asustará. Salí corriendo hacía a la puerta y una vez que pase por ella corrí hasta abajo.

Al fin, había llegado. Me apresure más al llegar a las escaleras, mientras lo hice, por el rabillo del ojo pude ver su hermoso rostro y con una gran sonrisa baje los escalones corriendo.

—Dalia no bajes corriendo las...—No alcanzó a terminar cuando yo ya había saltado sobre él rodeando su cintura con mis piernas y su cuello con mis brazos. Mis labios terminaron en los suyos en un beso desesperado. Él no tardó en seguirlo.

Agarró mi nuca profundizando mucho más el beso. Su lengua comenzó a jugar con la mía haciendo que las cosquillas despertarán en mi bajo vientre.

—Escaleras—Termino la frase en un susurro cuando solté sus labios. Sonreí, acaricié la cabeza de Dixon como pude cuando mis ojos lo encontraron.

Bailey también bajo corriendo cuando vió a Diablo, empezando a saltar sobre él moviendo desaforadamente su cola. Dixon se fue hacía la sala interior ni bien lo vió, y Bailey obviamente lo siguió mordiendole las patas.

—Te extrañe mucho—Confese mirándolo. Le dí otro beso y escondí mi cabeza en su cuello al mismo tiempo que él empezaba a caminar hacia las escaleras conmigo en brazos

—Se que tarde pero tengo una muy buena noticia...—Siguió hablando pero dejé de escucharlo cuando aspire su aroma. Esperando esa deliciosa fragancia característica de él que no llego.

En vez de eso percibí un aroma dulce, muy dulce, estaba en toda su piel. Fuerte, demasiado dulce. Una fragancia de... Mujer.

Me baje al instante de sus brazos y se atragantó con sus palabras, observandome confundido por mi abrupta reacción.

—¿Por qué hueles a perfume de mujer?—Pude ver cómo se tenso ante mi pregunta. Mi corazón recibió una punzada.

Esa sensación de mareo me invadió. Mis ojos ardieron. Comencé a caminar lejos de él.

—Dalia—Llamo empezando a seguirme—No es nada de lo que estas pensando.

Trataba de no pensar en lo peor, pero era lo único que se me cruzaba en la cabeza. ¿Por eso es que él tardaba tanto para volver a casa? ¿Era capaz de engañarme?. Mis ojos enrojecieron de solo pensarlo.

—Dalia—Agarró mis brazos acorralandome en la pared más cercana. Lo empuje con todas mis fuerzas—Escúchame—Tomó mis muñecas reteniendolas sobre mi cabeza y bloqueo mis piernas con las suyas.

—No quiero escucharte—Largue con rabia removiendome para safarme. Él sonrió.

¿Por qué sonreía? ¿POR QUÉ MIERDA SE ATREVÍA A SONREÍR?

La Debilidad Del DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora