GP de México

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Carlos

Empezó muy feroz, fue como si le habían dicho ¡A matar!

Podía jurar que iba a 285 km/h entonces abrir mi radio—Vas muy rápido.

—Vine a ganar, no a conversar.

—Ella me importa.

—No me interesa—fue lo último que dijo y cerró la señal.

Cuando logré alcanzarlo por un momento pensé que iba a liar mi coche estrellándolo contra el suyo, pero activé el sistema de reducción de arrastre (DRS) para ir más rápido.

Gané al pasar la meta, sin embargo, él aún no lo aceptaba así que, salió del coche enfadado a golpearme—Colega no lo hagas.

—¿Qué no lo haga? Pero, si tú eres el que te metiste en nuestras vidas.

—Mira yo sé que has visto lo peor de mi vida amorosa puesta por los medios, pero yo la quiero y ella no es una niña para aceptar hacer algo que no quiere.

—Carlos, entiéndelo ella lleva una vida desordenada como para ponerse a pensar que tú eres su príncipe azul.

— Yo la conocí por un cierto tiempo y te puedo decir que ella es muy centrada en lo que quiere.

—¿Qué tanto tiempo?

—Algunos meses—él negó irónicamente.

Volví a decir—Compre un edificio por ella.

—¿Eso qué demuestra?

—Que quiero que ella tenga lo mejor y ser mejor por ella.

—Por mi haz lo que quieras yo ya no puedo hacer nada más por alejarlos, si ella quiere arruinarse la vida con un güey como tú es decisión de ella.

—Entonces...¿Puedo salir con ella?

—Mira a mí no tienes que pedir nada, sino a sus padres y Carlos si piensas que yo soy difícil te aseguro que ellos son peor—luego se fue.

Me dice eso justo cuando las vacaciones terminan y la semana de carrera empieza en el gran premio de México.

Me dice eso justo cuando las vacaciones terminan y la semana de carrera empieza en el gran premio de México

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Ana

En los días siguientes no salí de mi habitación más que para comer y bañarme.

Mis padres ni me miraban a la cara por la "deshonra" y sólo la criada se preocupaba por mi bienestar.

Estaba revisando mis redes cuando la F1 publicó que este fin de semana comenzaba el gran premio de México—¡Llegó mi Chequito!—grito Panchita.

Lo confirmé sin hacer esfuerzo algún, ellos habían llegado a mediados de semana para las entrevistas y presentía que esto se iba a poner muy feo.

—¿Dónde está Ana Sofía?—preguntó Checo.

—Aquí estoy—dije con desánimo.

—Vamos a hablar.

—No quiero.

Tomó mi brazo y me arrastró hacía su oficina—Perdón por el show del otro día.

—Pues fíjate ya es tarde.

—Mira lo que yo te advertí porque...él es un rompecorazones y no quiero que sufras.

—No me importa, igual ya todo acabó.

—¿Él ya habló contigo?

—Algo así.

—Parece que se me adelantó—lo que dijo me dejó confundida.

—¿Ahora si quieres que esté con él?—pregunté.

—No.... Sin embargo, te traje algo que te va a alegrar la vida—cuando terminó de hablar me entregó unas entradas VIP al Paddock.

—Creo que ahora si te llevo el chanfle, primero odiabas verme con él y ahora me llevas a la boca del lobo.

—Hice un trato con él.

—¿Ahora soy un trofeo?

—Nunca mencioné eso, pero si realmente te gusta puedo hacer lo que esté en mis manos para la gente no te mire mal.

—Sergio no entiendo lo que quieres.

—Prima siempre he querido tu felicidad, por eso, cuando te vi con él me hirvió la sangre porque lo conozco, pero luego tuve la oportunidad de hablar con Carlos y me parece que si te quiere de verdad.

—Me imaginé que hablaste con él porque estabas sospechoso.

—Tenía que comprobar primero—luego de escucharlo decir eso me enojé más.

—No estoy de acuerdo porque la decisión de seguro conociéndolo o no era mía.

—Perdón prima—fue lo último que dijo cuando salió de la oficina.

Los días pasaron y decidí ir a la carrera así que, por la tarde del domingo el chofer me llevó al GP.

Al llegar todo era una fiesta y algarabía porque nuestro piloto mexicano correría hoy.

La carrera empezó y por desgracia Checo tuvo un accidente que no le permitió ni comenzar a pelear por el primer lugar.

Al terminar la carrera Carlos quedó en buen lugar de la tabla y me acerqué a felicitarlo, pero nadie me dio razón de él.

Parecía que hoy no era el día para reencontrarnos, ya me iba del lugar hasta que a mis espaldas escuché su voz—¿Te ibas sin despedirte?

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