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—¿Qué tal un pez y una caña de pescar? Creo que va bastante bien con lo nuestro.

—... Fourth

—Uhm. No, mejor no. ¡Ya sé! Un león y un domador de leones.

Gemini le dio un último golpe al saco antes de voltearse en dirección al ojicafé que yacía desnudo sobre la cama, tapado únicamente por el edredón de pluma azul. Arqueó una ceja y se limpió el sudor de la frente.

—¿Un león y un domador? ¿Y cuál se supone que eres tú?

—Hm... El león obviamente. —Gemini soltó una estruendosa carcajada. Inclinándose hacia adelante y aferrándose a su sudado y desnudo abdomen—. Tengo la leve impresión que te estás riendo de mí.

El más alto dejó escapar las últimas bocanadas de aire entrecortado y se enderezó. Fourth lo observaba con sus mejillas ruborizadas y un pequeño puchero. Tenía una expresión cansada y unas violáceas ojeras.

—Deberías estar durmiendo —le reprochó Gemini.

—¿Dormir? ¿Teniendo a mi dueño sudado y semidesnudo frente a mí? No lo creo. —El emperador ladeó la cabeza y una sonrisa sutil se esbozó en su boca.

Comenzó a sacarse los guantes y caminó hasta la cama, inclinándose para quedar a una distancia mínima de su corderito. Fourth humedeció sus labios, a la espera del beso que estaba seguro, Gemini iba a darle, pero no fue así, el mayor apenas si rozó sus labios antes de deslizarse a su oído.

—Eres un maldito adicto al sexo —le ronroneó. Su voz ronca y sensual provocó un espasmo en el ojicafé.

Con una sonrisa victoriosa, Gemini se apartó. Caminando hasta el lavamanos para lavar su cuerpo ya que no iba a ducharse puesto que las regaderas estaban cerradas. Un maldito loco asesinó a tres reclusos dentro por lo que debían hacer una "investigación". Todos sabían que era mentira y es que nadie daba un mísero centavo por aquellas almas podridas.

Fourth permaneció en silencio unos segundos, acariciando el lóbulo de su oreja y con una expresión seria.

—¡Un lobo y un cordero! —masculló chasqueando sus dedos. Seguro de que había tenido la mejor idea del mundo. Gemini rodó los ojos y soltó un gruñido en respuesta.

—Fourth, me estás comenzando a joder. ¿No puedes permanecer callado un maldito segundo?

—Podría, si me ayudaras. Fuiste tú quien mencionó la idea de tatuarnos.

Salió de la cama y consciente de que Gemini comía con los ojos su cuerpo, comenzó a vestirse. Las marcas de besos que se apreciaban abundantes, parecían estrellas de una constelación lujuriosa.

—No. Yo dije que iba a marcarte con un tatuaje y tú fuiste el atrevido que salió con la idea de hacer lo mismo conmigo. Algo que no ocurrirá, por cierto. —El castaño chasqueó con la lengua, colocándose un pantalón de chándal perteneciente a Gemini.

—Sería lindo —susurró para sí mismo.

Ya habían transcurrido diez días desde que Gemini volvió a él. Diez días que podían resumirse en una palabra; sexo. Decir que Fourth había sorprendido a Gemini con su desbordada libido sería menguar la situación. Sexo en la celda, contra la pared y en la cama. En su camerino personal y en el mismo salón de entrenamiento cuando se encontraban a solas.

Sexo en las regaderas donde fueron vistos por un recluso que salió corriendo en un intento por resguardar su vida. Sexo en la unidad médica cuando Fourth quedó a cargo mientras el personal médico iba por algo de comer. En solo diez días Gemini se sentía drenado, literalmente.

"P" geminifourthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora