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Cuando Fourth vio a Satang, con unas profundas ojeras y una forzada mueca que simulaba una sonrisa, intuyó que no traía buenas noticias. Se sentó frente a él, separados por aquel plástico transparente, y con su mano ya sin el molesto yeso, tomó el teléfono que les permitía comunicarse.

—Hola, Fourth —saludó Satang con un dejo de agotamiento en su voz.

Fourth quiso preguntar por el motivo de su expresión fatigada y melancólica, sin embargo, no lo hizo. Estaba seguro que forzar a Satang a hablar no era el camino para ayudar a su amigo.

—Hola, Satang... No te he visto en un buen tiempo. —Sonrió—. ¿Todo bien? ¿Cómo está mi mamá?

Satang asintió y permaneció unos cuantos segundos en silencio. Agachó la mirada y rehuyó de las preguntas de Fourth cuanto pudo. El ojicafé quería decirle que no se preocupara, que todo tenía solución. No lo hizo, no podía ser un hipócrita. Había cosas que no tenían solución.

—He tenido algunos problemas y yo, solo... Uhm. Lo siento, Fourth. — Satang rascó su nuca y con un encogimiento de hombros, soltó un suspiro—. Negaron la apelación.

—¿Qué?

—Negaron la apelación a tu sentencia. Hice todo lo que estuvo en mis manos, lo juro. No tengo cara para verte.

—Hey. Satang, tranquilo. Está bien. —Fourth tragó sus lágrimas. Si Satang no había conseguido la apelación, solamente le quedaba esperar a cumplir un año de sentencia y solicitar a la libertad condicional por buena conducta.

—Tu madre reaccionó tan mal. La hubieras visto... Dios, no tienes idea, Fourth. Ella estaba segura de que aceptarían la apelación y saldrías de aquí.

—Satang. Sé que no es tu culpa y que has hecho todo para sacarme de aquí, no quiero que te martirices.

—¿Cómo me pides eso? Eres como mi hermano y estás aquí... —Satang soltó el teléfono y llevó ambas manos a su rostro, restregando las yemas de sus dedos sobre sus ojos que ya lo traicionaban, húmedos.

Fourth mordió su mejilla interna. La culpa estaba provocando calambres en su vientre. ¿Entonces era su culpa? El lamentable estado de Satang era su maldita culpa. Quiso llorar. Al parecer no era más que una carga para su mejor amigo y su madre.

Pasaron más de dos minutos antes de que Satang se recompusiera y tomara nuevamente el intercomunicador. Fourth respiró hondo, llenándose el pecho de aire en un intento por tomar valor. No quería confesarle a Satang lo que ocurría con él al interior de la penitenciaría, pero debía hacerlo. Prefería dejar su orgullo a un lado si eso significaba darle un poco de tranquilidad al único amigo que había velado por él.

—Estoy bien, Satang.

—No me mientas.

—No lo hago. Muchas cosas han ocurrido en estos seis meses, no tienes idea, pero te diré algo, nadie me ha violado... Y estoy mejor de lo que imaginas.

—¿Qué? —Arqueó una ceja, reacio a las palabras de Fourth.

—Tengo algo así como... —La palabra "dueño" fue lo primero que vino a su cabeza—. Un novio. Es un chico rudo y malo, pero me cuida.

Seguramente Gemini se burlaría si hubiera escuchado eso.

—Fourth. Ya perdiste la razón. Se te fundió. ¿Cómo vas a tener un novio en esta mierda de lugar? Es una prisión, por amor a Dios. Está lleno de criminales, no me digas que tú...

—Lo tengo. Y estoy bien. No te lo digo para que me juzgues, lo hago porque quiero que dejes de atormentarte... No estoy siendo abusado o golpeado. Incluso me alimento bien.

"P" geminifourthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora