Alguien que te defienda

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Pov. Franco

Apenas Jimena y Óscar regresaron a la hacienda, se armó de valor y decidió contarle la verdad a Jimena.

Le dijo que estaba enamorado de otra mujer y que lamentaba mucho  haberle echo daño.

Claro está, no se lo tomó nada bien, lo acusó de mentiroso e interesado, la verdad no tenía como defenderse de esas acusaciones.

Y ni hablar de el dramon que le montó Oscar, hasta la mesa de el comedor resultó perjudicada.

Pero en fin, era un problema menos, por otro lado, fue unos días después que se topo a Rosario por casualidad en una barra de boliche, y se enteró de que ella lo había buscado y sus hermanos no le habían dicho nada al respecto.

Estaba furioso con ellos por eso, estaba seguro de que Rosario era la mujer de su vida y si ella estaba dispuesta a intentar algo más serio con el, con gusto aceptaría.

Y ahí se encontraba ahora, en la cama de aquella mujer, de la cual el aseguraba que estaba enamorado.

Enamorado, una palabra curiosa, de pronto le llegó un recuerdo.

-¿Y usted? ¿Lo ha estado?, quiero decir, ¿enamorado?

La pregunta de Sarita lo había sacado de órbita.

Estaba seguro de que lo había estado de Rosario, de que lo estaba, pero viéndolo en restrospectiva, que podia saber el de el amor ¿si no había conocido nada más que ella?

No, estaba seguro de que amaba a Rosario.

-En que tanto piensas Franco?

-En nada de importancia, me voy a trabajar.

Le dió un beso corto para después agregar que la vería en la tarde.

Apenas llegar a la hacienda se percataron de que está parecía vacía, y Franco se pregunto si vería alguno de los miembros de la familia ese día.

Más específicamente a Sarita Elizondo.

No sabía que le pasaba con ella, pero últimamente sus pequeñas interacciones era algo por lo que esperaba.

Le gustaba descubrir cosas de ella cada vez que conseguía que está se abriera un poco.

Incluso si casi siempre acababan discutiendo.

Cómo a medio día su deseo se cumplio, Eva se acercó a preguntarles si habían visto a Olegario ya que doña Gabriela lo estaba buscando, estos le contestaron que no, pero Franco se ofreció a irlo a buscar a las cabellerizas.

Fue ahí que se encontro con una imagen que le resulto bastante adorable.

Sarita acariciaba a uno de los caballos mientras parecia contarle algo.

Se notaba angustiada, y esto a Franco le causó curiosidad.

-Ahora además de todo, ¿habla con los caballos?, mientras no espere que le respondan, podemos estar tranquilos.

Esperaba que el chiste aligerace el hambiente y así poder agarrarla de buen humor, pero no fue así.

-¿No debería usted estar trabajando?

Ni siquiera se había girado a mirarlo, parecía que le resultaba más interesante seguir su conversación con el caballo antes que con el.

-Y lo hago, Eva me mandó a buscar a Olegario, pensé que lo podría encontrar aquí.

-Bueno, ya vio que no está, se puede retirar.

Frunció el seño, no esperaba que la conversación tomase un rumbo tan ostil, algo la estaba molestando

El verdadero amor perdonaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora